Jaime Pinzón López | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Febrero de 2015

Militares con Maduro

 

El papel que cumplen las Fuerzas Armadas en los países latinoamericanos es materia de análisis, particularmente en referencia a su influencia sobre la autoridad civil, en cuanto a sus relaciones con ella, el grado de subordinación, su posición en tiempo de crisis. Entender el vínculo de Derecho y Fuerza en cada Estado es importante como lo detallé hace varios años en el libro América Latina:Militarismo.

Con independencia de los problemas de Venezuela, especialmente de los sociales, de los económicos, -de desabastecimiento de artículos básicos de la canasta familiar, inclusive de condones y pastillas anticonceptivas-, de los derivados de los bajos precios del petróleo a nivel mundial, de los reclamos expuestos por dirigentes de la oposición, corresponde señalar el respaldo de las Fuerzas Armadas al Gobierno del presidente Nicolás Maduro, en el cual ocupan  ministerios y altos cargos oficiales en actividad, inclusive en posiciones donde se adoptan decisiones trascendentales.

Los militares son leales al Presidente actual como lo fueron  al mandatario Hugo Chávez. Ambos ganaron elecciones y obtuvieron una credencial tendiente a ejercer el poder, así el actual gobernante la consiguiera por estrecho margen. Existe represión  y restricciones al ejercicio de las libertades, filas en los supermercados vacíos, detención de dueños de almacenes, pero resalto el hecho: Las Fuerzas Armadas de Venezuela apoyan al Gobierno.

La situación del presidente Maduro es difícil, su popularidad ha disminuido, pero cuenta con un partido político fuerte, con dirigentes que disfrutan de prebendas, tiene  mayoría en el Congreso y  son las mismas Fuerzas Armadas las principales interesadas en que finalice su período. Muchos comentarios se escriben a diario  alrededor de un cambio de gobierno. No son objetivos porque dejan de lado la presencia de los militares de Venezuela, con remuneración privilegiada por ley, pieza clave  del  sistema político.  El autogolpe es ilógico. Los Estados latinoamericanos deben cumplir a cabalidad con el precepto de la No Intervención base fundamental de la Carta de la OEA. La línea de conducta de Colombia respeta este postulado y a pesar de distanciamientos, de frases impropias del presidente Maduro, de su acusación sobre el interés de adversarios suyos en propiciarlo, de haber impedido la visita del expresidente Andrés Pastrana y de los exmandatarios Piñera de Chile y Calderón de México al preso político y dirigente Leopoldo López, los vínculos entre Venezuela y Colombia no pueden suspenderse. Quienes invitan desde afuera a la insurrección dan mal consejo. No caben mediaciones para buscar un acercamiento entre los Estados Unidos y Venezuela. Indispensable sí que los militares no transgredan los derechos humanos. La comunidad internacional tiene la obligación de velar porque esto no ocurra y aspiramos a que el vecino país supere pacíficamente, no solo porque “Dios proveerá”, la encrucijada en que se encuentra.