JAVIER A. BARRERA B. | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Octubre de 2013

Verdad de Perogrullo

 

Hay  una frase que llena de orgullo el castigado ego de los colombianos: “nosotros tenemos la democracia más antigua de América Latina”. Palabras que, cuando lo pienso, son algo sobrevaloradas. Sin embargo, si lo pensamos con cabeza fría, al profundizar en el tema puede ser algo desesperanzador: si las elecciones a la Presidencia fueran mañana lo más probable es que la contienda electoral se diera entre dos primos; el director del partido liberal sería el hijo de un expresidente; Cambio Radical y el Partido Liberal tendrían también una pugna de poder entre hermanos, hijos también de un político, y así sucesivamente. Si a eso le sumamos que en Colombia, el poder industrial/económico, tiene una puerta giratoria con el poder político, podemos ver que muchos de los cargos que no son de elección popular son asignados a primos, hermanos, socios y dueños de los capitales que nutren con dinero e infraestructura las campañas políticas.

 

En mi opinión, tener la democracia más antigua del sur es un paño de agua tibia cuando, en realidad, vivimos bajo un orden social en el que hijo de carpintero es carpintero. La pregunta que me surge es cuál será el rol que, a futuro, desempeñe la clase ilegal emergente, es decir: esa clase que ha sido olvidada de forma sistemática y que hoy día, producto del narcotráfico, tiene un poder económico y bélico nada despreciable. Algo más relevante en una lógica delictiva donde los grandes capos son cosa de un pasado “romántico”, y han evolucionado en pequeños dueños del poder, capaces de permear todas las instituciones públicas y privadas sin que su presencia despierte alertas tempranas. Nuevos actores que, a diferencia de las narco-guerrillas, han aprendido que la mejor forma de hacerse al poder no es por la violencia sino por medio de la corrupción y la infiltración. Acciones silenciosas que, al final del cuento, terminan por moldear la historia sin ser advertidos.

Se vienen las próximas elecciones, y desde ya me atrevo a anticipar que en Colombia no va a pasar nada. El telón de la democracia más antigua continuará cubriendo el escenario y nosotros seguiremos tranquilos pensando que somos los dueños de nuestro espectáculo cuando en la sombra de nuestra realidad seguirá sucediendo lo mismo: alguien vende, alguien paga, alguien da la cara y el gobierno de turno moverá su bastón tratando de pegarle a alguna piñata.

 

Creo que la democracia no está en el sistema electoral sino en los sujetos activamente políticos de la sociedad, no en los elegidos sino en los electores. En un país con problemas en su censo electoral, y con bajos índices de participación, debería obligarnos a repensar nuestra idea de democracia.

@barrerajavier