JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Jueves, 11 de Octubre de 2012

Lecciones de Venezuela

 

La victoria en Venezuela del actual presidente Hugo Chávez, a pesar de la crisis que vive la economía de su país, y de los desafueros de su gestión presidencial, tiene dos efectos peligrosos. De un lado atornilla al presidente Chávez en el poder, hasta llegar a los 19 años y seguramente más, si la vida le regala esa oportunidad, y ahora más que nunca con un halo de democracia que es francamente dudoso. Basta simplemente ver la represión de la libertad de prensa, o en general de las libertades individuales en Venezuela, para darse cuenta del grave problema de esta conquista política.

El segundo efecto, es que pone en duda seriamente al modelo democrático que empiezan a aplicar buena parte de los países de América Latina. En este sentido, una de las costumbres más frecuentes y ahora recurrentes en la política económica y social de estos países, ha sido el acudir a programas que por la vía de subsidios o regalos, benefician a enormes grupos la población (sea o no necesitada de dichos beneficios).

Señalo que lo pone en duda, porque por la vía de ese asistencialismo desmedido, aquellos que se aferran al poder fácilmente pueden quedarse con él, por los beneficios entregados, pero además por el miedo de los beneficiarios a justamente perder dichos beneficios. Si a esto se le suma cierto carisma, las reales posibilidades de una oposición frente a semejante cultura del “regalito político”, es casi nula.

Hace algún tiempo nuestra nación, por ejemplo, canceló el sistema de clientelismo en cabeza del Congreso de la República (auxilios parlamentarios). Años después, y ahora en cabeza del ejecutivo, estamos volviendo de nuevo a un sistema de “neo-clientelismo” en el que el gobernante de turno tiene la llave para entregar los auxilios.

Traduciendo al Premio Nóbel en Economía, Kenneth Arrow, justicia no significa entregar los bienes o servicios a través de “regalos”, que significaría tratar igual a todas las personas (entiéndase regalar casas o educación), sino tratar diferente a los que son distintos. Esto último significa, por ejemplo, subsidiar al que tiene la necesidad económica pero ponerlo a través de dicho subsidio en igualdad de condiciones a los demás. A manera de ejemplo no se trata de dar educación gratuita a todos, sino de dar un subsidio a quien lo necesite realmente, para que esa persona libremente escoja donde estudiar, pero ya compitiendo de igual a igual con los demás. El mejor ejemplo gráfico de esto es un juego de golf con diferentes “handicaps”.

El riesgo es que nuestros países se están acostumbrando a recibir beneficios de política social, que no tienen límite en el tiempo, y que nadie evalúa si generan un mejoramiento de calidad de vida que permita superarlos.

En este escenario quien pierde es la propia democracia, porque ella se clienteliza, y la mala gestión se borra con los “pequeños detalles” que reciben quienes se benefician de dicha clientela. ¡Este tema es un peligroso legado al futuro de nuestros países!jrestrep@gmail.com