JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Noviembre de 2012

Un caos humano

 

En el trasfondo de las noticias surgen sombras marcadas que obligan a mirar con lupa la cadena de acontecimientos en el país, para medir la incidencia y sus efectos en la ciudadanía.

Tood Howland, delegado de Naciones Unidas para la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia, afirmó que la situación de Buenaventura es comparable  con el Congo. 4 mil desplazados por la violencia de todos los frentes están en condiciones no menos que deplorables.

“Son dos países en uno, es un drama que no se entiende, por qué se deja crecer. Colombia tiene recursos y capacidad económica para atenderlo. es una vergüenza”.

En otras palabras habló con el mismo sentimiento, como lo diría un colombiano del común, al comprobar el escenario infrahumano de  desplazados en Buenaventura. 

La observación del experto funcionario, con recorrido por el mundo, debería servir para evaluar y actuar en el menor tiempo posible. Se registra en el primer puerto comercial sobre el Pacífico colombiano.

Contrasta con informes oficiales y particulares, sobre inversión extranjera, crecimiento económico, y expansión empresarial de la Nación, en el último año.

El asombro del funcionario de la ONU se produjo en el momento en que Colombia ofrecía en España, colaboración y logística estratégica, al  Gobierno de Rajoy, para contribuir con la recuperación económica de la Península Ibérica.   

 Y la verdad es que ese drama, nada nuevo en el país, ha aumentado con características cercanas a una crisis de proporciones incalculables.

Penoso, si se tiene en cuenta que Buenaventura y el Pacífico se citan en plegables de turismo al exterior, como una riqueza natural, merecedora de admirar por los visitantes, provenientes de distintos lugares del mundo.

El caos se extiende desde el Chocó hasta Nariño, en toda la margen del Pacífico. El país, si no lo ha visto, lo sabe y mira para otro lado. Ha crecido de manera paralela con la historia colombiana.

Hay que reiterar que en al área occidental, la labor social es inexistente. Independiente de la acción de la Fuerza Pública, que no puede desconocerse en su tarea contra guerrilla, narcotráfico y bandas criminales, porque suma importantes resultados, contra esas formas de delito.

No es despropósito reclamar que el programa Colombia Humanitaria sea plataforma, no solo para atender tragedias naturales, sino humanas, que golpean a la población, víctima de todas las formas de intolerancia.

Ante un caos humano,  lo primero, sin esperas, es que Gobierno y ciudadanía, desborden un plan masivo de acciones para una solución al menos digna.