JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 31 de Mayo de 2012

Patrón del bien

 

Mientras la competencia de videos, testimonios, entrevistas y presuntas pruebas judiciales alrededor de toda clase de delitos calienta las pantallas de la televisión para registrar la cruda realidad colombiana, irrumpe una historia con igual contenido que no puede desconocerse pero que, a su vez, muchos quisieran no recordar.

“Escobar, el patrón del mal”´, según sus productores y realizadores del Canal Caracol “no pretende hacer apología, sino mostrar lo que nunca más debe volverse a repetir”.

Es, sin duda, un pensamiento que corresponde a la libre expresión y al derecho de la sociedad para organizarse, crear arte, escoger temas y ofrecer un producto que se enmarque dentro de la cultura de consumo, con escenario propio, como es la televisión.

Son episodios encadenados sobre el hilo conductor del narcotráfico que marcó al país, destruyó valores de la sociedad y se transformó en espejo para quienes siguieron al capo, con aspiración de tener poder y formar su propio círculo con base en el dinero.

Sin desconocer destreza y profesionalismo de actores, productores y realizadores, la historia está contada, discutida y llorada por millones de colombianos, víctimas de un protagonista del crimen con pretensiones de convertirse algún día en caudillo.

Tenía que escribirse este documento, tanto como lo sucedido con hechos de la historia mundial. En Colombia aparece tarde; habrá tiempo y balanza para precisar el valor de su realización.

Escobar está más que repetido en los últimos 20 años; cifras no muy confirmadas cuentan sobre el tema 17 libros. Ojalá que la serie no se transforme en manual de ideas y acciones para el narcoterrorismo, aunque la intención no sea esa.

En contraste, hay historias tomadas del común, sin crimen, con riquezas y debilidades humanas, obras que muestran la construcción de vida, con aporte al país.

Carlos Pacheco Devia, de modesto vendedor de seguros pasó a próspero banquero, respetado y reconocido en el mundo financiero.

Federico Ruiz, de admirable vendedor de libros escolares de segunda mano a propietario de una de las más grandes empresas editoriales, con cadena de librerías y papelerías en el centro del país.

Arturo Calle, que de sencillo sastre en el centro de Bogotá convirtió sus diseños y costuras en sello de calidad nacional, reclamada en el exterior.

Son algunos emblemas para mostrar, sin dejar de recrear sus vidas en juventud y madurez, con virtudes y defectos, propios de todos los humanos, aprendieron una profesión y extendieron su mano con sentido social para ayudar a otros.

Así el patrón del bien espera su momento, sin sangre y sin crudeza. Con gracia, humor y creatividad, a lo colombiano.