Juan Camilo Restrepo | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Enero de 2015

¿Por qué fracasan los teóricos?


El profesor James Robinson publicó en El Espectador (diciembre 13 de 2014) uno de los artículos más torpes que se hayan escrito recientemente en la prensa colombiana. Este profesor, que es  coautor de un conocido libro titulado Por qué fracasan las naciones, nos ha demostrado por qué fracasan también en sus diagnósticos los teóricos extranjeros que a menudo vienen por estas tierras a dogmatizar sobre nuestro país.
Parece que todo lo que gastó documentándose fue un día en trabajo en Colombia. Una mañana estuvo en Apartadó y una tarde en los Montes de María. Y esto le bastó para sacar las conclusiones que con gran desparpajo expone en el artículo que hemos citado.
¿Cuáles son esas conclusiones? Que para avanzar hacia  un futuro promisorio de paz y de progreso para Colombia no hay que ocuparse ni de sus campesinos ni del desarrollo rural; que a unos y a otro se les debe abandonar a su suerte; que hay que dejarles el campo a los capitalistas voraces, a los acaparadores de tierras; que el Estado no  tiene  por qué intervenir en lo rural y  debe dedicarse con exclusividad  a lo urbano. Y que si esto se hace, concluye sin sonrojarse, Colombia tiene un futuro promisorio asegurado.
Cita como gran fuente de autoridad a lo que según él habría sucedido en las islas Mauricio, donde no hubo ninguna intervención del Estado en los temas agrarios y hoy son un emporio de prosperidad. Pero no menciona, por supuesto, casos como el de Japón o Taiwan (para no mencionar sino dos casos de la misma órbita geográfica) donde hubo una profunda reforma agraria previa a su gran salto hacia la modernidad.
Pero pásmense ustedes: ¿saben a quién cita como gran fuente de autoridad de sus propuestas? ¿Acaso a un reconocido profesor de la Universidad de Harvard donde trabaja? No. A nadie menos que a Carlos Castaño, el exponente más notable del despojo de tierras a campesinos y al sembrador más sanguinario de violencia y de atropellos a los derechos humanos en las zonas rurales de Colombia.
Es increíble que un reputado profesor universitario como éste presente como antagónicas las políticas de desarrollo para las ciudades y las que se ocupan del campo. Y no tenga dificultad  intelectual alguna diciendo que hay que ocuparse de las primeras y olvidarse de las segundas.
Si hubiera revisado un texto de desarrollo económico de primer nivel antes de venir a dogmatizar sobre Colombia, habría constatado que los procesos de urbanización que caracterizan los cambios estructurales en toda  sociedad moderna (y Colombia no es una excepción) exigen también que la seguridad alimentaria y el bienestar de las poblaciones que viven en los ámbitos rurales, lo mismo que la productividad de la agricultura, sean preservados.
Y  que para  lograr esto se requiere de políticas públicas activas por parte de los gobiernos. No indiferencia gubernamental hacia lo rural como él preconiza.
El profesor Robinson dice conocer por qué fracasan las naciones. Con este artículo ha demostrado  también por qué, tan a menudo, es que fracasan los teóricos en sus improvisados diagnósticos.