JUAN CAMILO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Diciembre de 2013

Reflexión sobre el posconflicto

 

El presidente Santos en su reunión de esta semana con el presidente Obama, le habló del posconflicto colombiano. El documento fiscal más importante que se produce en Colombia (el Marco Fiscal de Mediano Plazo),  reconoce que no se han empezado a tomar los preparativos fiscales para el posconflicto. En las declaraciones públicas  de los partidos y candidatos que dicen apoyar el proceso de paz, poco  o nada se habla del posconflicto.

Si se firma la paz en el 2014, el  posconflicto apenas comenzaría en ese momento. La firma de la paz se protocoliza con la entrega de armas por parte de la guerrilla y con su desmovilización. Pero la gigantesca tarea del posconflicto apenas principiaría de ahí en adelante.

Por eso debemos empezar a prepararnos desde ahora para el posconflicto. Que es un complejo y costosísimo proceso que podría durar diez o más años. La experiencia centroamericana ha demostrado que el posconflicto dura décadas, no años.

¿Prepararnos cómo?

Primero, diciéndoles la verdad a los colombianos  sobre este punto durante la campaña electoral. Nada de lo que se vaya negociando en firme en la mesa de La Habana es secreto. Los componentes del primer punto que ya se acordó (el que trata de la política de desarrollo rural y de acceso a tierras), son, por ejemplo, de público conocimiento. Y el Gobierno ha dicho hasta el cansancio que todos los compromisos a los que se llegue serán sometidos a algún proceso de ratificación por la ciudadanía antes de que se apliquen.

Faltan pues a la verdad, y carecen de toda honestidad intelectual, quienes ahora andan desgarrándose las vestiduras, diciendo con oportunismo politiquero que el desarrollo futuro del país se está negociando subrepticiamente en La Habana, a espaldas de los colombianos. Ni nada es subrepticio allí, ni  se aplicará una coma de lo que llegue a convenirse en La Habana si previamente no ha sido ratificado popularmente. Los contenidos del posconflicto incluidos, naturalmente.

En segundo lugar, desde ahora, el Gobierno debe ir tomando los aprestamientos fiscales, institucionales y administrativos para que el contenido del posconflicto se lleve a la práctica. Sería muy frustrante que ganáramos la paz en la mesa de negociación pero que perdiéramos la ocasión de alcanzar el desarrollo y el sosiego con un mal posconflicto.

Es un proceso costoso. Varios billones de pesos tendrían que ser invertidos por año en este solo propósito. Pero hay que comenzar a actuar desde ahora. Por eso no deja de ser inquietante que el último Marco fiscal de mediano plazo diga, paladinamente, que para los años venideros no hay ningún programa de gasto asociado al posconflicto  que esté financiado.

No resulta descabellado tampoco ir pensando en una reforma tributaria en 2014, como se argumentó hace algunas semanas desde esta columna, que tuviera como objetivo ir sentando las primeras piedras en la financiación del posconflicto. Pero no todo es cuestión de más recursos: el posconflicto requerirá nuevas instituciones, nuevas leyes, la misma orientación que hay que darle a la cooperación internacional debe obedecer al  propósito preeminente de lo que habrá de seguir en el país después de que se firme la paz.

Y aún si  ésta  llegare a no firmarse  en La Habana (a pesar de que ya está negociado un tercio de su agenda: dos puntos de seis), todo lo que se vaya haciendo para anticiparse a diseñar y a financiar el posconflicto será terreno ganado. Lo que definitivamente no deberíamos hacer es  firmar  la paz en algún momento del año entrante. Y solo entonces  salir a improvisar cómo se construirá el posconflicto.