Domingo, 20 de Noviembre de 2011
El desangre sirio nos pertenece
La visita del presidente Santos a Turquía es un buen paso dentro de la dinámica de expansión de relaciones externas. Se percibe un ánimo de liderazgo que traspasa el ámbito regional: presencia de la cancillera Holguín en el Medio Oriente para introducir los buenos oficios de Colombia dentro del conflicto capital que marca hoy su ritmo a la paz global y advertencias de nuestro mandatario a la indisciplina fiscal de las economías europeas.
Hay, sin embargo, situaciones externas que no han merecido -y han debido merecerlas- no sólo la atención sino el liderazgo de la política internacional colombiana.
Que se abra la puerta a la mediación de la jefa de nuestra política internacional dentro de un conflicto donde juegan los liderazgos internos y externos de las grandes potencias, sería reto para ponderar con inmenso cuidado. Y los consejos al desorden fiscal de Grecia, Italia, España, Portugal e Irlanda, cuando no han valido las conminaciones elevadas hace meses por Merkel, Sarkozy y Cameron, resultan jaculatorias extraviadas en el viento.
En cambio, la masacre horrenda que desangra hoy a Siria obligaba al presidente Santos y a su ministra a pronunciarse de manera rotunda. ¿Por qué razón, preguntarán algunos?
Siria y Líbano son, después de España, al lado de Alemania, Italia e Inglaterra, las fuentes étnicas más importantes que ha tenido Colombia en su historia. A fines del siglo XIX, a raíz de las persecuciones del Imperio Otomano, se dio una de las oleadas migratorias de mayor magnitud que hayan llegado a las costas del país. Miles de mujeres y hombres en desamparo golpearon las puertas de sociedades cerradas que finalmente los absorbieron.
Hoy la sangre sirio-libanesa es componente esencial de nuestra nacionalidad. Su esfuerzo ha construido la Colombia contemporánea desde los trabajos más humildes hasta contribuciones visibles. Salomón Hakim y Alfonso Latiff en la medicina y la ciencia. David Manzur y Raúl Gómez Jattin en la creación artística y literaria. Yamid Amat y Juan Gossaín en el periodismo. Gabriel Turbay y J. C. Turbay en la política. Chaid Neme y Georgette Sakr en la empresa privada; Shakira, artista universal, la única colombiana con estrella en el Paseo de la Fama, en Hollywood . Un libro reciente de Pilar Vargas y L.M. Suaza hace el recuento de las mujeres de ancestro árabe (en particular sirio-libanés) que dejan huella trascendente.
Los alauitas deben llevar hoy cruces para evitar ser asesinados en los vecindarios de Homs (frontera libanesa). Sunitas y cristianos son blanco de tenebrosos paramilitares del gobierno (shabeehas) que tienen el sur de Siria transformado en teatro dantesco de monstruosidades peores a las ocurridas en la antigua Yugoslavia en 1991. Reportado así este fin de semana en The International Herald Tribune por un diplomático norteamericano. Sectores significativos de las fuerzas armadas vienen defeccionando.
Siria se encuentra ad portas de la guerra civil y padece ya un baño de sangre. Allí se encuentran las cepas árabes de una porción del país. La política externa norteamericana, europea y china, por ejemplo, factorizan en nivel de preeminencia este elemento ancestral. Colombia está en mora de hacerlo.
Rusia y China pusieron el veto a cualquier discusión en el Consejo de Seguridad de la ONU. La paciencia de la Liga Árabe empezó a agotarse justo cuando los anhelos de liderazgo global de Santos hablaron desde la vecina Turquía, omitiendo la orgía de sangre instigada por Bashar al-Assad. Se requiere ya de pronunciamiento y acción en un conflicto que nos pertenece.