JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 24 de Febrero de 2014

De espaldas a la sociedad civil

 

El ambiente de pugnacidad que padece Colombia y nos ha tocado a muchos está anulando el debate público. De este clima malsano hacen parte los ataques a la privacidad -de los cuales no se ha salvado ni el mismo Presidente de la República- y las calumnias asquerosas, como las que se ha especializado en esparcir el funcionario más mediocre, nefasto y deleznable que haya pasado por la cancillería de San  Carlos en toda su historia, María Ángela Holguín.

A estos ataques a mansalva reaccionamos unos airadamente -ha sido mi caso personal- y otros con serenidad ejemplar como ha sido el caso del presidente Santos. Lo grave es que en este literal carrusel de oprobios a la dignidad y la intimidad la confrontación de ideas no aparece en la actual campaña política. Y es improbable  que lo haga. Pero el mundo sigue su curso con retos emergentes, realidades nuevas y logros fundamentales. Una campaña presidencial es la oportunidad preciosa para la reflexión en grande de un país.

Entre tanto Colombia es hundida por los francotiradores institucionales abiertos o agazapados y los extra institucionales, hermanados con el crimen organizado, en un agujero negro de deterioro conceptual donde gana quien dispara más duro sus ataques a la dignidad personal. Un retroceso a los días que se inauguraron con los vejámenes y asesinatos en masa del 9 de abril de 1948.

Christine Lagarde -ella sí funcionaria brillante, preparada y, además, respetuosa de su alto cargo-, directora del FMI, ocupó el pasado 3 de febrero  el  podio muy ilustre de la Richard Dimbleby Lecture de The London School of Economics, no para defender y excusar sátrapas abominables -oficio único de ciertas otras- sino para dar sus impresiones sobre el multilateralismo del siglo XXI y las mutaciones vertiginosas que minuto a minuto cambian la cara de una sociedad global.

Lagarde se preocupa por mostrar las mega-tendencias de nuestro tiempo, a partir del  postulado de que el mundo atraviesa en este preciso instante un desplazamiento de poder global de oeste a este y de norte a sur. Así como de minorías detentadoras  a numerosas personas a muchísimos actores.  Hace  sólo 50 años los mercados emergentes y las economías en desarrollo contabilizaban apenas menos de la cuarta parte del PIB global. Esta cifra ha pasado hoy a la mitad y, predice la directora del FMI,  llegará a dos terceras partes dentro de la próxima década.

Pero la difusión de poder político y económico va más allá de las relaciones bilaterales y multilaterales. El multilateralismo no puede ser mirado sólo a través del prisma de los nacionalismos, muchos de ellos en búsqueda de reconocimiento, como es el caso de Escocia y Cataluña, sino de las redes e instituciones sociales que componen el tejido de nuestra sociedad global.

Es que no es sino pensar -exclama Lagarde- en la revolución de las comunicaciones que viene produciendo primaveras democráticas de Ucrania a Túnez. La noción de sociedad civil internacional -agreguemos- impensable para ese gran internacionalista que es Alain Pellet hace 25 años es hoy una realidad actuante.

Y las sociedades civiles nacionales se auxilian y complementan con sus  pares globales. Conformadas por actores que envejecen. En 30 años habrá dos billones de habitantes adicionales sobre el frágil planeta. Y a la vuelta de la esquina, en 2020, por primera vez habrá más personas sobre los 65  años que menores por debajo de los 5, Colombia incluida.

¡Estas realidades de bulto que nos tocan a los colombianos y nuestros políticos del insulto no ven son las que juegan detrás del voto en blanco que es consistentemente el gran ganador de todas las encuestas!