Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Lunes, 22 de Diciembre de 2014

VUELVE MONROE

Del Ártico a Tierra del Fuego

 

ES  un error ver la reanudación de relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba como acto amistoso del presidente Obama hacia el régimen de los hermanos Castro donde jugó quizá el ingrediente de química personal entre líderes. Esta es la explicación parroquiana que engolosina a algunos y se aleja de las realidades de la política internacional. Se vienen haciendo incluso parangones inadecuados que ninguna relación guardan con el escenario que produjo la decisión.

El equipo del presidente Obama que inició la proyección de este paso estuvo constituido por expertos encabezados por el secretario de Estado John Kerry, con 30 años de recorrido en relaciones internacionales, y dos mujeres, expertas genuinas en la materia, no relacionistas públicas improvisadas que nada han escrito ni edificado intelectualmente.

Se trata de Susan Rice, con títulos de Stanford y Oxford, actual consejera para la Seguridad Nacional, quien combina en su hoja de vida varios años en McKinsey en calidad de consultora estratégica y profesora. Y Samantha Power, con títulos de Yale y Harvard, actual embajadora en la ONU. Power, cerebro de este nuevo capítulo que se abre, fue corresponsal permanente de The Boston Globe y The Economist en La Haya, asignada al Tribunal Penal Internacional, en la década del 90 y después profesora de la Escuela de Leyes de Harvard y adjunta de la Escuela Fletcher de Leyes y Diplomacia.

Quise preguntar directamente a Power acerca del proceso antes de escribir esta columna. Respuesta: proceso metódico, sin apuros, que fue incluyendo todas las variables relevantes así como contraposición de cerca de un centenar de ejercicios hipotéticos (lo que nunca se ha hecho en nuestra Cancillería, menos hoy). Resultado: urge abrir relaciones aquí y ahora.

Lo dijo el presidente Obama: somos una sola América. Es la edición posmoderna de la doctrina Monroe que en su momento justificó la intervención de EE.UU. de cara a la injerencia de los poderes europeos en las colonias españolas recién independizadas. Se trata ahora de la América, de la unión de libre comercio desde el Ártico hasta la Tierra del Fuego que proclamaron dos conservadores, Reagan y Bush I. También el contrapeso a la unión económica y política que se consolida en Europa y la Asia indochina (encabezada por Beijing y Delhi). Y el antídoto a una alianza pacífica donde EE.UU. se escapaba de su entorno geopolítico natural, América, para ir a disputar inciertos liderazgos con países de ultramar. Finalmente, notificación a Putin de que sus ansias neo-hegemónicas se topan con una América unida.

Aquí estamos ante un movimiento de placas tectónicas en la política global. EE.UU. reasume un liderazgo incipiente pero poderoso en América que la servirá ante todo para neutralizar el régimen tiránico que opera en Caracas y detener en el futuro, quizás en otro país, la tentación totalitaria que se robó inmisericordemente a Venezuela.  Son conocidos ya los acercamientos entre La Paz y Washington. También el deseo de la administración Obama de poner fin a las fricciones con Argentina a raíz de los fondos buitre.

China viene poniendo sus dedos de dragón, como lo explican Noemí Sanín y Miguel Ceballos en su brillante libro (La Llegada del Dragón, Editorial Panamericana, 2013), en lo que ha sido patio marítimo de EE.UU. Así el experto internacionalista Arrieta diga que no, en contra de la evidencia de otros estudios serios de naturaleza estratégica como de informes de inteligencia y proyecciones de ingeniería en relación con el nuevo canal.

Se dice (se dice repito por fuentes no gubernamentales) que detrás de los recientes problemas de Nicaragua con China estaría Washington. Ortega, para quien el interés económico es la nueva y dominante prioridad entra radiante al nuevo esquema.

Y mientras tanto… ¿qué harán las Farc?