Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Febrero de 2015

Urtubey: elígeme Argentina

 

Isabelita Perón, presidenta de Argentina entre 1974 y 1976, brilla hoy, en medio del escándalo protagonizado por Cristina Fernández, como estrella indisputable del peronismo histórico. A principios de diciembre último, en medio del verano sin clemencia que era azote de Buenos Aires, el clima político atravesaba igual efervescencia. Pero en el interior de la septuagenaria tragedia argentina era posible captar un signo peculiar, nunca visto -creo yo-, que es el fin del peronismo como fuerza política actuante en el país.

 

Los síntomas eran claros hace sólo dos meses: hastío furioso contra lo que encarna la Presidenta, rechazo a la sistemática destrucción de los organismos de control desde la Casa Rosada, fatiga final hacia la expresión de un post-peronismo anticarismático -el kirchnerismo- que estimuló la concentración de riqueza y no ha explicado aún concesiones muy generosas a empresas mineras, gasíferas y petroleras. Y para completar el círculo fatídico, estupefacción de cara al gasto enloquecido en publicidad gubernamental que llegó en 2014 a 600 mil dólares diarios (18 millones mensuales) según La Nación.

No hay calle ni estación de bus desde Palermo hasta el sur de la ciudad y desde Puerto Madero hasta los nuevos suburbios próximos a Ezeiza donde no se contemple en un inmenso cartel el rostro brusco de Cristina Fernández en éxtasis literal por sus éxitos de gobierno. Propaganda televisiva y radial venían poniendo así para el fin del año pasado al borde del ataque de ira a una extensa clase popular atada hoy a las redes sociales, base ideológica secular del peronismo, para quien llegó la hora de dar la despedida definitiva a Evita. La diosa nacional parece no ser ya la dispensadora de bienestar perpetuo sino la encarnación de ese peronismo abominable cuyas contradicciones internas inmortalizó V.S. Naipaul.

La clase media menos desea más peronismo. Tras la muerte del fiscal Nisman y la acusación formal contra Fernández, el grupo de La Cámpora fundado por Máximo Kirchner -el hijo de los dos presidentes-, asociación de peronistas redivivos, promueve las candidaturas del actual ministro de Economía, Alex Kicillof, Sergio Massa o Daniel Scioli, áulicos sumisos del kirchnerismo. La defensa cerrada que los tres hacen hoy de la Presidenta elimina por completo su vocación de triunfo para las elecciones de octubre. El intendente de Buenos Aires, Mauricio Macri, de las canteras del radicalismo, también con escándalo de espionaje a cuestas, no recoge mayor entusiasmo en la provincia.

Sobre lo que se denominaría peronismo histórico puede aparecer la figura fresca.  Y está es, a no dudar, Juan Manuel Urtubey, joven y brillante gobernador de Salta y vicepresidente del Partido Justicialista. Pude intercambiar opiniones en Buenos Aires con él en los primeros días de diciembre, antes de la crisis, y me sorprendió positivamente su estatura de estadista. Pero más sus ideas: si al libre comercio desde el Ártico hasta Tierra del Fuego, dudas serias acerca de Unasur y Mercosur y ausencia de México de las grandes decisiones hemisféricas.  Repudio del populismo y adherencia a la sanidad fiscal. Salta es hoy gran magneto de inversión extranjera y ejemplo de gestión óptima. Compenetrado hasta la última filigrana en grandes proyectos, se mueve como pez en el agua en cláusulas contractuales internacionales despojado de enanismos legales, listo a jugar en terreno de libre competencia. Hasta antes del escándalo, su nombre era la segura fórmula vicepresidencial de Massa o Scioli.

Haber marcado límites ideológicos y personales con la Presidenta podría catapultarlo hacia la jefatura del Estado sentado, claro, sobre ese otro icono del santoral argentino -como lo ve Urtubey- que es Perón.

 

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La opinión experta falsa presentada por un profesor de la Universidad de La Sabana ante un ente judicial debe tener consecuencias penales.