Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Mayo de 2016
De Uribe Vargas a Holguín
 
Puede decirse que los ex presidentes Belisario Betancur, César Gaviria, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe se declararon el viernes pasado en sesión de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores para denunciar la muerte en Venezuela de los derechos consagrados en la Declaración Universal de DDHH (1948). Por fuera del marco institucional que demanda la presencia del Presidente de la República y el ministro de RREE.
 
El panamericanismo democrático  -se explicó en esta columna (Febrero 17, 2014) sintetiza el pensamiento de Bolívar, Monroe, Blaine y Clay, cuyos postulados toman cuerpo legal, como lo escribió el profesor Jesús María Yepes, en las conferencias consultivas americanas de Panamá (1939), La Habana (1940), Rio de Janeiro (1942) y México (1945)]. Implica la defensa de las instituciones democráticas y republicanas como norma básica del derecho internacional americano, que se plasma otra vez en la Carta Democrática de la OEA (2001). Las conferencias  declaran que el distintivo característico debe ser el derecho de los ciudadanos a expresar libremente su opinión y criticar al gobierno de turno, como hacer y organizar oposición (Ver J.M. Yepes, Philosophie du Panamericanisme et Organisation de la Paix [Éditions de la Baconniere, Neuchatel, 1945).
 
Esta obligación hemisférica ha sido enervada por el actual gobierno de Colombia que se ha puesto, por conducto de su canciller, del lado cómplice de la tiranía asesina. Jamás ocurrió este hecho deplorable en la historia de nuestras relaciones internacionales desde 1958, caída la dictadura de Rojas Pinilla. Con mayor o menor énfasis todos los gobiernos de Bogotá hicieron saber su inconformismo con las rupturas democráticas. 
 
Incluida, en lugar preeminente, la administración Turbay Ayala. El canciller Diego Uribe Vargas fue el más duro opositor de los golpes de los generales Alberto Natusch (1979) y Luis García Meza (1980) en Bolivia. Lideró el grupo de países (Colombia, EEUU, Ecuador y Perú) que promovió la resolución de la OEA que condenó al régimen criminal del narcotraficante y homicida García Meza, cuyos apoyos fueron Videla en Argentina y Pinochet en Chile. Esta resolución histórica fue el golpe definitivo contra el déspota boliviano que cayó poco después en 1981.
 
Pero Uribe Vargas fue firme también contra otras dictaduras hemisféricas. Su libro Panamericanismo Democrático: Bases para una Transformación del Sistema Continental (Ediciones Nuevo Signo, 1958) articula las premisas democráticas en un sistema dotado de auto-defensas efectivas que impidan atrocidades como las que se consumen hoy en Venezuela. 
 
El canciller Uribe supo relievar en su agenda estos principios bien organizados en su cabeza. 
Otra dictadura que recibió su crítica consistente fue la de Nicaragua, dirigida entonces como hoy por Daniel Ortega. Así no haya unanimidad acerca del manejo inicial que dio al acto ilegal internacional que entrañó la declaratoria de invalidez el Tratado Esguerra-Bárcenas (1928), la contundencia del canciller Uribe Vargas fue definitiva de cara a las posiciones ambivalentes del secretario Cyrus Vance (del presidente Carter) y de los cancilleres venezolanos Consalvi (del presidente Pérez) y Zambrano (del presidente Herrera Campins).
 
Históricamente, en medio de cuestionamientos internos en materia de derechos humanos, Turbay Ayala y Uribe Vargas se pusieron del lado del panamericanismo democrático. ¡Contraste doloroso con la connivencia abyecta y pusilánime de Holguín con su amigo admirado y querido Nicolás Maduro!, con quien comparte hondamente  aquellas ´´afinidades electivas” de que habló Goethe: en su caso, culto a la ignorancia desfachatada y odio enfermizo a la libre expresión y exterminio de quienes la forman.
 
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Ocasión propicia para hacer un homenaje a Diego Uribe Vargas, postrado por dolencia penosa: académico, jurista, historiador erudito y batallador por una Colombia más incluyente. Fundador de la primera facultad colombiana de relaciones internacionales, en 1958, en  este centro productor de profesionales bien formados y cultura de primer orden que es hoy la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano