JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Noviembre de 2012

Período de transición

 

Colombia  entra en un período de transición que deberá ser administrado con tacto por el Gobierno nacional. Desconocer el fallo de la CIJ tendría consecuencias  graves y previsibles para el país. Cuando avanza la suscripción de tratados de libre comercio con varias naciones y se intensifica el tejido global legal a través de mecanismos de arbitraje y tribunales internacionales para dirimir controversias, el mensaje que se envía al mundo es que el Estado de Derecho no opera entre nosotros. Las sentencias son para cumplirlas.

Y lo digo con inmenso dolor de colombiano.  Como muchos compatriotas aprendí de mis antepasados a querer a nuestro archipiélago. Muy pequeño llegué una primera vez a San Andrés, cuando se arribaba aún en los DC 4 y los maravillosos Super Constellation de Avianca en la década de los 60 al viejo aeropuerto,  con mis padres y hermanos para descubrir el mar coralino. Hijo de empedernido pescador aficionado de agua dulce y salada, pude advertir entonces la colosal fauna marina que albergaban las islas y lejanos bancos y cayos a donde era preciso llegar tras largas jornadas de primera madrugada sobre el mar encrespado. Poco interesado por las faenas de pesca, mi interés radicaba en indagar a los orgullosos comandantes de las lanchas acerca de leyendas de piratas ingleses e indígenas que rodaban de generación en generación.

Pedro López Michelsen y Simón González, pescadores natos, intendentes durante años del archipiélago, supieron ejercer una virtual curaduría sobre este universo étnico y geográfico. No había sido asolado todavía por la politiquería ni por el narcotráfico. La etnia miskitia era un fenómeno plenamente vivo. Yo encontraba curioso que esta comunidad, rica en tradiciones, fuese marina en el sentido perfecto del término, ya que sus bases humanas  se desplegaban a lo largo de trecho apreciable del Mar Caribe occidental. Desde la Isla del Maíz y Bluefields en la boca de Río Escondido en Nicaragua hasta  Gran Caimán, pasando desde luego por nuestro gran San Andrés.

La cultura miskitia permitía disfrutar en lo gastronómico un delicioso rondón o gallo pinto con un buen gaubul. La calidez de su gente prolongaba su vida con cierta morosidad. Con el advenimiento del sandinismo en Nicaragua se iniciaron choques continuos con el gobierno de Managua y varias declaraciones de autonomía fueron suscritas. La sentencia de la CIJ -debe quedar bien claro- no limita en absoluto el derecho de tránsito de colombianos pues la zona económica exclusiva concede derechos de naturaleza económica a Nicaragua pero no limita la movilidad internacional.

Hay dos hechos ciertos y verificables: uno es que decenas de personas miskitias viven en el archipiélago y en virtud de la naturaleza en algún grado nómada de esta etnia migran de uno a otro punto de su espacio vital puesto que las familias se dispersan a lo largo de costas e islas. Otro es que indígenas miskitios colombianos, por lo general modestos pescadores artesanales, son objeto de vejámenes y despojos por parte de autoridades nicaragüenses que los arrestan en aguas consideradas colombianas.

El presidente Santos instruyó el fin de semana a la canciller Holguín para que inicie contactos con el gobierno de Managua. Un tratado internacional público debe garantizar los derechos de colombianos en esta zona y reflejar las realidades de la sentencia emitida. De manera gradual y en observancia estricta de tratados y convenciones vigentes en materia de DD.HH. es preciso ir prospectando e interpretando el fallo en un clima de entendimiento y serenidad. Van ante todo muchas familias que viven a uno y otro lado del nuevo límite.