Una historia increíble
SI hay algo sorprendente en nuestro sistema es la extraña forma de entender el tiempo. Todo está supeditado a normas y principios que habrían de suponer una razonable manera de evitar atropellos por parte del Estado con los tranquilos y dedicados funcionarios públicos.
Lo que a nadie se le ocurrió es que a veces son esos funcionarios los que se aprovechan del Estado, asignando recursos, gastando de forma inapropiada y atornillándose para poder seguir haciendo lo mismo. Y lo peor es que todo está diseñado para que no pueda hacerse nada.
Entonces el señor funcionario, como podría ser nuestro maravilloso jefe administrativo de la Cámara de Representantes, si es destituido y claramente relacionado con un montón de escándalos de contratación, se mantiene en su cargo mientras firma otro par de contraticos diciendo que no ha recibido la notificación, aunque todo el país ya lo sabe. Y nadie puede hacer nada, simplemente esperar a ver si de repente él por fin se entera oficialmente de que está destituido y no se pierden unos milloncitos de más.
Pero lo bonito de este cuento es que al final es claro que el sistema sí funciona. Definitivamente sabemos que hemos logrado superar los atropellos contra el alma buena y caritativa del funcionario público, que él puede sentarse en esa silla, manejar un presupuesto de miles de millones de pesos, ganarse con ellos unos cuantos milloncitos para que no sufra tanto con el sueldito que seguro no le alcanza y nadie va a pasar por encima de él. Es la demostración de que hacemos las cosas bien, que los tiempos cuando se respetan traen cosas buenas.
Lo malo es que al final las normas sólo terminan perjudicando a los mismos colombianos que trabajan todos los días para llevar el pan a sus casas, los que pagan impuestos, los que quieren un país un poco mejor. Pero como las normas no pueden ser beneficiosas para todos, el funcionario público se vio defendido y sólo perdemos los otros 46 millones de colombianos. Supongo que puede parecer injusto, pero eso no importa. Nadie dijo que las normas tienen que ser justas, ¿o sí?
La verdad es que parece una historia salida de una pesadilla. Es una cosa increíble pensar que simplemente evadiendo un papelito un señor puede seguir llevándose una tajada de la plata de los colombianos, y que nadie puede decir o hacer algo para cambiar esa realidad. Pero bueno, al menos nos dimos cuenta de que algo funciona, siquiera para el pobre funcionario.