Kioto, capital imperial de Japón por siglos, antes de Tokio, es una ciudad esplendorosa en todo sentido. Aquí se vive la historia y las tradiciones del Japón antiguo, en cada paso que damos, en cada santuario o templo, bosque o jardín, mercado o barrio, que visitamos.
Aquí probamos sus gustos gastronómicos, su mejor sake, tradiciones culinarias, tan antiguas como el país. La parte hermosa, heroica y espiritual del pasado del Japón nos rodea, es amable y nos sorprende.
Para mí, amante de la naturaleza, el bosque de bambú Arashiyama es una de las cosas más atrayente de Kioto, la delicadeza, tamaño y verdor de estos árboles es única.
En Kioto, hay cerca de 1.600 templos y unos 400 santuarios, así que hay que ser muy selectivo. El santuario Fushimi Inari Taisha, es maravilloso con sus cientos de torii (puertas sintoístas, de madera pitadas de rojo), que forman túneles maravillosos.
El templo y los jardines Zen Kinkakuji o Pabellón Dorado, cubierto con cuarenta toneladas de laminilla de oro, son imperdible, igual es el templo Kiyomizu (Templo del agua pura), patrimonio de la humanidad desde 1994.
Una caminada sin afán y con mucha paciencia, (por la cantidad de visitantes), por las callejuelas Sannenzaca y Ninenzaka, cercanas al icónico templo Higashiyama, nos da una idea de cómo eran los barrios antes del siglo XX. Recomiendo ir en la noche por su bella iluminación.
No hay nada más japonés que un samurái o una geisha, así que estando en Kioto hay que ir a Gion el barrio de las geisha más famoso y por desgracia el más turístico. El problema es que son tantos los turistas tratando de ver y tomar una foto a una de estas bellas mujeres, ya sea una joven maiko (geisha aprendiz) o una mayor, totalmente profesional, que el gobierno ha tenido que intervenir para protegerlas de hostigamiento y hoy no es fácil verlas.
Pero si usted es tan afortunado de ver una de ellas, es algo completamente mágico, como un viaje al pasado, a una época ya casi ha desaparecida. Las callejuelas del barrio son adoquinadas, con casas de madera y techos de barro gris, al estilo japones, decoradas con farolitos chochín, hechos con delicadas varas de bambú y papel japones llamado washi, son una preciosidad. Las estatuas de diferentes dioses decoran los tejados para proteger o traer felicidad a las viviendas, los negocios y los salones de té, más de 80, donde trabajan las geishas haciendo sus delicadas y estudiados oficios para dar placer.
Para comer bien y económico nada mejor que ir a uno de los 130 puestos de comida del mercado Nishiki en el centro de la ciudad, en estrechas calles peatonales techadas. Aquí se encuentra toda clase de productos frescos y elaboraciones típicas de la ciudad. Aquí mercan los habitantes de los barrios vecinos y los turistas, en medio de una gran animación, colorido y fantásticos aromas.
En Kioto hay hermosas artesanías. Es especialmente agradable comprar un kimono, parecido al usado por las geishas, pero más sencillo, hecho de algodón y no de seda acompañado de sandalias japonesas. Está muy de moda salir a la calle con esta vestimenta a tomarse fotos en los lugares más bellos. Kioto, además ofrece excepcionales museos. Esta es una ciudad inagotable.