Con Joe Biden regresa a la Casa Blanca el partido demócrata. La victoria es evidente tanto en la votación popular como en el Colegio Electoral. Como siempre, los votos que se cuentan tarde, aunque legalmente emitidos, dan lugar a suspicacias y reclamos. Y el Presidente Trump, quien no se distingue por el “savoir faire”, está utilizando todos los recursos legales con miras a revertir los resultados, lo que parece una misión imposible.
Paul Danabar, de la BBC, afirma: “….a 11 de noviembre, no se ha presentado ninguna evidencia en ningún tribunal en ningún Estado en ningún lugar de los EE.UU. que algún juez haya aceptado como prueba….”. Así pues, la actitud temeraria del Presidente, que debilita el liderazgo de EE.UU. en el mundo, seguramente obligará a republicanos y demócratas a encarar una reforma electoral que le dé la primacía debida a la voluntad de los ciudadanos electores. Se ha intentado varias veces antes, sin éxito. La complejidad del actual sistema no es fácil de entender por más que haya sustentado desde comienzos del siglo XIX a la gran democracia norteamericana. La conducta de Trump ya dejó de ser comedia para convertirse en signo de la decadencia del mayor imperio de todos los tiempos.
Con el triunfo de Biden, el mundo descansa tranquilo. Es el regreso al multilateralismo. Trump estremeció las sobrias costumbres diplomáticas y se hizo fastidioso por sus decisiones sorpresivas. Los enfrentamientos semanales con China frenaban la economía. Ese ir y venir con la potencia asiática descolocaba a sus principales socios, quienes se sentían convidados de piedra en el ajedrez de la política mundial. El retiro del Pacto Nuclear con Irán, firmado en 2015 por EE.UU., China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania, cuidadosamente elaborado durante dos años, fue un reto tan serio para sus aliados que el Reino Unido, Francia y Alemania continuaron los diálogos y los acuerdos con Irán. El Pacto Nuclear es uno de los grandes éxitos de la diplomacia contemporánea.
También, el retiro del Acuerdo de París situó a la gran nación del norte en un aislamiento diplomático inconveniente. El cuadro se completa con la pretensión de debilitar la OTAN, tratando de poner contra la pared a las potencias europeas. Fue duro el enfrentamiento con Angela Merkel y Macron, quienes resienten el apoyo de Trump al Brexit. Para colmo, retirarse de la OMS en plena pandemia, desconsiderar el uso del tapabocas y la letalidad del Covid-19, golpeó su salud y le pasó factura en la contienda presidencial.
En la política doméstica, desde los inicios de su mandato el Presidente Trump dio muestras de un ego altanero y desorden en su conducta oficial. En la Casa Blanca la entrada y salida de funcionarios fue inusitadamente frecuente. Aún sigue cambiando altos funcionarios. Hubo confusión entre sus intereses personales y los de su país. Sus abogados tuvieron que dar muchas explicaciones. No siempre aceptadas en los estrados judiciales.
Lo cierto es que, a pesar de sus errores, le dio gran impulso a la economía norteamericana que, antes de la pandemia, se acercaba al pleno empleo. Tamaña proeza le permitió dar dura batalla a Biden y fortalecer a los Republicanos. Había entusiasmo en sus mítines de campaña. Make American Great Again caló hondo en el alma del pueblo americano. Tanto, que aún espera ilusamente quedarse por cuatro años más en el poder.