El pueblo venezolano está viviendo un calvario. Definitivamente, el señor Nicolás Maduro se “amorcilló” en el poder, parafraseando la expresión de la tauromaquia, que se utiliza para referirse al toro herido, que se niega a caer.
Las veces que Maduro participó en elecciones populares, siempre quedaron dudas sobre su triunfo en las urnas: Desde que reemplazó a Hugo Chávez se negó a un reconteo de votos; simplemente las autoridades electorales controladas por el gobierno entregan un boletín oficial, con un resultado que lo daba por triunfador y el no autorizaba reclamos ni reconteos. Era una supuesta verdad que había que aceptar a regañadientes.
Lo mismo intentó hacer ahora en las pasadas elecciones en las que enfrentó a Edmundo González, pero con la sorpresa de que esta vez la oposición se preparó anteladamente y logró conseguir más del ochenta por ciento de las actas de las mesas de votación, gracias a la labor de testigos y jurados electorales que las copiaron, facilitaron y atesoraron, demostrando al mundo el fraude que significaba el resultado oficial que daba como triunfador a Maduro, sin soporte alguno. Para la Fundación Carter, invitada por el mismo gobierno, no hubo duda del triunfo de González, y tampoco para la misma Organización de los Estados Americanos.
Tan pronto como Maduro se vio sorprendido trató de legalizar el asunto acudiendo al veredicto de la cortesana del Gobierno venezolano, el Tribunal Supremo de ese país, organismo que lo declaró triunfador sin soporte alguno; sin mirar las actas, imponiendo su criterio judicial en un asunto electoral.
Nadie acepta está vez la legitimidad de su reelección, salvo los áulicos que les interesa mantenerlo en el poder en el contexto internacional, como Rusia, Irán, Nicaragua, entre otros, que no ven nada irregular en el procedimiento electoral amañado, porque llevan décadas haciendo lo mismo. Gobiernos afines en ideología, como el brasileño y el colombiano, ante la evidencia del fraude, hasta ahora no lo han reconocido y le han pedido que enseñe las actas electorales que acreditan el supuesto triunfo, que, por supuesto no podrá mostrar, porque no existen.
Mientras todo esto pasa, Maduro no tiene más remedio que lanzarse a la persecución de sus oponentes, militar y judicialmente, comenzando con el Presidente electo y siguiendo con la valiente opositora Maria Corina Machado, a quienes dirige una ofensiva, acusándolos de toda una serie de improperios, con el fin de neutralizarlos.
El tiempo corre en su favor; el pueblo venezolano, en principio enardecido, salió a las calles y fue reprimidos y encarcelado, pero el tiempo va calmando la zozobra y menoscaba la expectativa popular de haber podido recuperar la libertad democrática. El dictador se ha “amorcillado” en el poder.
Pero no todo está perdido para los venezolanos; todo parece indicar, que uno de los puntos claves para definir la contienda electoral en los Estados Unidos de América fue el tema migratorio, al cual está muy ligado el problema del vecino país. El pueblo venezolano espera una acción decidida del concierto internacional, para que el presidente electo Edmundo González pueda asumir el poder el próximo enero. Esperemos que así sea.