Ha llegado el día de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia y, como están las cosas, ojalá que haya también una segunda. Y, otra vez, las cuestiones de política exterior han estado prácticamente ausentes del debate electoral.
Ni siquiera el fallo de la Corte Internacional de Justicia del pasado 21 de abril provocó una discusión de fondo entre los candidatos presidenciales sobre su visión de las relaciones exteriores para el siguiente cuatrienio. Las preocupaciones que desvelaban a algunos, en el sentido de que, al fragor de la campaña, tanto el fallo como la reacción del Gobierno acabaran sirviendo al oportunismo más electorero, resultaron infundadas. Claro que hubo pronunciamientos, pero no mucho más. Y éstos quedaron rápidamente relegados a un lugar marginal, en medio de la maraña que fluye incontinente de las cuentas de Twitter de los candidatos, sobre cualquier cosa, y que reproducen -casi siempre sin mayor esfuerzo ni discernimiento- los medios de comunicación.
En materia de política exterior, lo que los candidatos y sus campañas han puesto sobre la mesa son, sobre todo, lugares comunes, afirmaciones fáciles, simplificaciones y reduccionismos, reinvenciones de la rueda, arreglos de lo que no está dañado, e innovadoras propuestas de cosas que ya existen -que hace tiempo vienen haciéndose- y dan cuenta de que, al menos en ciertos asuntos, hay algo parecido a esa “política de Estado” que algunos tanto invocan (usualmente, como abracadabra o jaculatoria). A ello no escapa ni siquiera el planteamiento programático mejor expuesto de todos -que, huelga decirlo- sería impresentable que no lo fuera.
Hay que reiterarlo: no es la primera vez que así ocurre. Esa ha sido, si se quiere, una constante histórica. Pero eso no excusa la ausencia, la pasmosa invisibilidad de la política exterior -de las preguntas difíciles que plantea y que exigen respuestas igualmente difíciles- en el actual debate electoral colombiano. Esta maña tan vieja sí es resabio.
Hay sobradas razones para ponerle atención a la política exterior del próximo gobierno. En una columna reciente, el excanciller Julio Londoño, decano de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, ha hecho un interesante inventario de algunas de ellas. A ese inventario cabe añadirle el hecho de que el actual panorama internacional, caracterizado por la creciente rivalidad geopolítica entre potencias, la reconfiguración de alianzas y alineamientos, los cuestionamientos al orden internacional, las dudas sobre la funcionalidad de la arquitectura de la gobernanza global, una sensible interdependencia en los ámbitos más variados, y la proliferación de riesgos profundamente interconectados -es uno de los más complejos y desafiantes de las últimas décadas-.
En un escenario semejante, la política exterior no puede ser, para ningún Estado, business as usual -lo mismo de siempre-. Y quien, durante los próximos cuatro años, tenga en sus manos la de Colombia, descubrirá rápidamente que esa gran ausente es, en realidad, omnipresente.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales