La primera guerra universal | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Abril de 2020

Con 194 países que tiene la tierra, solo faltan 22 para que el coronavirus abarque todo el planeta y la pandemia llegue hasta los más recónditos lugares. En la Segunda Guerra Mundial solo 23 naciones estuvieron involucradas activamente. Estamos ahora en una guerra universal, silenciosa y contundente, donde no habrá vencidos ni vencedores, y en la que estaremos todos del mismo lado, luchando contra un enemigo invisible y letal.

En esta guerra no hay tropas invasoras, sino un contagio mortal que penetra sigilosamente. Aquí no hay búnkeres ni túneles para refugiarnos, sino un hogar donde protegernos y aislarnos. El ulular de las sirenas antiaéreas no se oirá aquí, solo el de las ambulancias, acompañadas por la mudez que causa el temor. No habrá ejércitos acribillando seres, pero si un virus mortífero que produce desolación y muerte. Aquí no habrá miedo por el asedio de las fuerzas enemigas, pero si pavor por que el contagio prolifere. No habrá lamentos, ni gritos, pero si muchos silencios. Aquí no habrá bombas, ni balas, ni metrallas, pero si una calma esperando lo peor. No habrá contienda bélica, pero si una batalla frontal de todos los países, para que no se continúe propagando la peste. Aquí no habrá destrozos de edificios, ni de catedrales, pero si ruinas económicas de industrias y empresas.

Aquí no habrá máscaras antigases, pero si tapabocas y mascarillas hospitalarias.

En esta guerra no habrá minas magnéticas, ni cargas de profundidad, sino la capacidad contagiosa y fatal de un apretón de manos o un abrazo. Aquí no habrá infantería que nos defienda, quizás solo el profesionalismo de los médicos y la fuerza hospitalaria nos salvarán. Aquí no habrá heridos, mutilados y muertos, solo enfermos y muchos fallecidos. No habrá estrategias militares, sino medidas draconianas. Aquí no habrá que correr para inventar la bomba atómica, pero si mucha precipitad para encontrar la vacuna contra el Covid-19. No habrá capitulaciones, pero si acatamiento por las normas de higiene y sanidad.

En esta guerra, la vida laboral, comercial e industrial, se reducirán a sus mínimas necesidades. La cotidiana, religiosa, deportiva y cultural desaparecerán por algún tiempo, pero habrá ocasión para reflexionar, para empezar una vida diferente, para disfrutar el día a día, y para unir más a la familia.

Aquí no veremos nubarrones de aviones en el horizonte, cargados de racimos de bombas, pero si un cielo despejado para elevar nuestras plegarias a Dios. No habrá gente llorando, pero si numerosas rezando e implorando por su fin. Aquí solo la solidaridad, el sacrificio y la unión de todos nos darán el triunfo, sino la hecatombe reinará y la teoría maltusiana se volverá a ensañar.

Oremos desde nuestros hogares.