Dos de los últimos acontecimientos relevantes nos están diciendo que la seguridad, en distintas expresiones, está bloqueada en niveles preocupantes. Un paro nacional que entró en una especie de “calma chicha”, adobada con brotes de protestas violentas y no violentas, en distintos momentos y ciudades, protagonizadas por jóvenes a quienes lo único que les suena, es la palabra “cambio” y en la medida en que no observan en el presidente posturas creíbles de exigencia de respeto a los DD.HH. por parte del Esmad, se tornan más desafiantes como recientemente cuando el mandatario visitaba a Cali.
Una acción terrorista meticulosamente planeada y ejecutada en un cuartel militar (Brigada 30) donde se aloja una docena de soldados estadounidenses, ubicado en la más importante ciudad fronteriza con Venezuela, cuya autoría solo se puede seguir investigando dentro de nuestro territorio, porque con el gobierno del país vecino no hay la menor posibilidad de indagar así sea solo el origen de una llamada, puesto que las relaciones se han mantenido rotas.
Ahora bien, buena parte de la dificultad para restablecer el orden público y alcanzar niveles de seguridad aceptables, radica en las actitudes del presidente Duque, detrás de las cuales gravita o bien una enorme inseguridad e inexperiencia, potenciada por el equipo de gobierno más débil e inexperto que ha conocido el país en su accidentada historia. O bien, el estar ante una persona con una disimulada, pero elevada soberbia, quien a lo mejor no escucha las asesorías que recibe, así sean acertadas.
Cualesquiera que sean las raíces, el resultado es el mismo: caímos en una situación en la que las decisiones importantes relacionadas con la seguridad no se toman o se toman de manera extremadamente tardía, con ribetes macabros por las vidas que se perdieron y se siguen perdiendo y por las cuales habrá de responder, lo cual agrava la parálisis de la actividad económica, salvo el narcotráfico. Y para acabar de completar el cuadro de inseguridad, hoy día asistimos a la dramática consecuencia de una pandemia mal administrada que nos llevó a estar ocupando el tercer lugar en muertes por covid-19 en el mundo.
El paro no logró sentar al gobierno Duque a negociar unos reclamos ciudadanos, tal vez porque este, desde su inseguridad o desde su soberbia, le apostó a su debilitamiento y a capitalizar el creciente malestar ciudadano contra el comité negociador, con lo cual el único ganador sería el gobierno pues la demora favorecería su no muy clara intención de no reconocer lo que legítimamente le reclama una ciudadanía indignada.
El gobierno equivocadamente insistió hasta la saciedad en que el comité nacional del paro era el responsable de todos los bloqueos en las vías, y paradójicamente al mismo tiempo en que no cejó de denunciar esos bloqueos puso al país en una situación de bloqueo. Durante el paro demandas apremiantes desde la ciudadanía fueron presentadas, pero Duque y su equipo, sin referirse a ellas, hasta ahora empiezan a anunciar algunas medidas que las atenderían. ¿Inseguridad o soberbia?