Una cosa fue lo ocurrido antes de 1991, cuando estaba en vigencia la Constitución de 1886, y otra, muy distinta, con la actual Constitución. En aquella oportunidad, se podía convocar una asamblea constituyente mediante un decreto legislativo, pues además de las circunstancias del momento en el país, que eran muy distintas a las actuales, la Carta otorgaba facultades precisas para hacerlo. Hoy, sin embargo, existe un procedimiento constitucional que involucra al Congreso de la República, la Corte Constitucional y al pueblo a través de las urnas.
Además, y reitero, hoy en Colombia no existen las condiciones que obligaron a su convocatoria en aquella época. En la actualidad, incluso si Gustavo Petro quisiera crearlas, el camino para llegar a un ‘proceso constituyente’ tendría que pasar, al menos inicialmente, por las urnas donde el pueblo sea convocado para expresar si desea dar ese paso y luego iniciar el camino institucional. No es reuniendo montoneras financiadas con el presupuesto público ni con ‘bodegas’ en redes sociales patrocinadas por el gobierno como se debe consultar la voluntad popular. No, la ruta constitucional fue trazada y muy bien redactada por la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, en la cual el M-19, al cual Petro perteneció, participó activamente y con una presencia numerosa.
A pesar de que Gustavo Petro haya dicho -en entrevista con José Manuel Acevedo, director de Noticias RCN- que deberíamos mirar menos la forma y más el contenido, lo cierto es que él, además de no tener claro el contenido, quiere saltarse las formas que son, ni más ni menos, los preceptos establecidos en la Constitución Política que nos rige. Petro busca el atajo y pasarse por alto el juramento que hizo el 7 de agosto de 2022, cuando declaró ante el país: "Prometo a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia".
El expresidente Iván Duque no pudo expresarlo mejor cuando resumió lo que está ocurriendo en una frase: ‘Es evidente que está en modo “copy-paste” de la agenda de Maduro. En Colombia, lo que (Petro) busca es una “sustituyente” con la intención de reemplazar nuestra Constitución y el orden legal con figuras carentes de sustento institucional’. Agrego yo, afortunadamente, lo que algunos advertimos hace más de un año, lo está viendo la nación entera. Los colombianos debemos defender el tesoro de nuestra democracia de la amenaza latente; y no como dijo Maduro, a quien Petro parece obedecer con ciega lealtad: ‘por las buenas o por las malas’, sino por las buenas, por el camino correcto del que Petro se quiere desviar. Hagamos que entienda, por las buenas, que está equivocado.
A los venezolanos les robaron la democracia y después la dictadura los desterró. Los colombianos hemos vivido ese calvario como si fuera propio, porque además de sentirlo a través de la pared vecina, recibimos a millones de familias que llegaron en busca de alimento y vida. Si hemos sido testigos de la desgracia del vecino, no permitamos que nos llegue a nosotros.
Las marchas son parte del camino que debemos recorrer para defender el país. Allí se siente el amor de patria, el fervor y la voz popular por la protección y la lucha sin descanso por lo que hemos construido durante siglos: la democracia y las instituciones. Si Petro acude a maniobras leguleyas para sabotear las marchas en su contra, es porque son efectivas. Marchemos por el futuro.