La vergüenza electoral de Nicaragua | El Nuevo Siglo
Viernes, 12 de Noviembre de 2021

Contrariando los llamados de la comunidad internacional, el señor Daniel Ortega se hizo reelegir para un cuarto periodo presidencial consecutivo en Nicaragua con siete aspirantes presidenciales encarcelados, la prensa amordazada y en medio de los legítimos reclamos de personalidades democráticas de ese país que han expresado su rechazo por el declive de los espacios democráticos del régimen autoritario de la familia Ortega-Murillo. 

Es realmente doloroso y lamentable tener que registrar como un país que luchó con denuedo durante décadas contra la dictadura oprobiosa de los Somoza y que encontró en Ortega a uno de los voceros de la resistencia de ese pueblo heroico, hoy tenga que soportar los rigores de un gobierno arbitrario que se ha propuesto mantenerse en el poder al precio que toque sacrificando los valores democráticos que tanto les costó restaurar.

En Nicaragua lo que hay hoy es una familia atornillada en el poder con funciones bien repartidas entre Rosario Murillo como vicepresidente y los hijos ocupando cargos estratégicos en el gobierno al mejor estilo de los sistemas monárquicos. Dicen los que han seguido de cerca la manera como funciona el poder en Nicaragua que Ortega actúa como jefe de Estado y la señora Murillo como jefe de gobierno.

Lo que está sucediendo en Nicaragua es una réplica del estilo y del modelo adoptado por Chávez en Venezuela y prolongado por Nicolás Maduro. Primero cooptaron los poderes públicos, luego bloquearon los medios de comunicación opositores y en el desarrollo de la campaña electoral ordenaron en cancelar a los líderes de la oposición que, en este caso, tenían la categoría de aspirantes presidenciales. Y siguiendo la aplicación del guión, el pobre discurso de Ortega, porque da grima oírlo, se reduce a endilgarle la responsabilidad de los desafueros de su gobierno, de las movilizaciones ciudadanas y la condena casi unánime de la comunidad internacional a una estrategia urdida por el “imperialismo norteamericano”. Ese es el caballito de batalla. Y los dirigentes opositores encarcelados -según Ortega- hacen parte de esa estrategia por lo que dijo que no eran nicaragüenses y los llamó “hijos de perra imperialistas”.

Aquí cabe recordar la frase socorrida de Carlos Marx en el sentido de que la historia se repite a veces como tragedia y a veces como comedia. Lo que está ocurriendo en Nicaragua es una combinación de ambos géneros, porque el proceder de la familia en el poder es lo más parecido a una comedia, y es una verdadera tragedia que el país de Rubén Darío hubiera regresado a épocas que se creían superadas.

Para el gobierno de los Estados Unidos “la falsa elección de Nicaragua no fue libre ni justa, y ciertamente no fue democrática.” La Ley Renacer que acaba de aprobar el Congreso de dicho país le permite al gobierno de Biden aplicar sanciones como la exclusión de Nicaragua del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica, restringir los préstamos en bancos multilaterales, combatir la corrupción del régimen acusado de autoritarismo, de abusos de derechos humanos y de obstrucción de elecciones libres.