LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Diciembre de 2013

Colombia y la corrupción 

 

Todos  los años, por esta época, Transparencia Internacional, la ONG conocida mundialmente por su lucha contra el flagelo de la corrupción, publica su informe anual donde indica la percepción del nivel de corrupción en cada uno de 107 países de la muestra. Entre las ventajas de esta investigación están el llamar la atención sobre el desangre que significa para los países esta desviación de recursos hacia los delincuentes de cuello blanco (qué no se hubiera podido hacer en materia de educación, salud, infraestructura vial, con el dinero robado en los contratos de la alcaldía de Bogotá durante la administración Samuel Moreno). No es de extrañar que, a nivel mundial, es en los partidos políticos donde se considera que hay mayor corrupción, seguidos por la policía y luego por la administración de justicia. Pero, más importante para nosotros, en Colombia la mayoría de las personas creen que el nivel de corrupción se ha incrementado en los dos últimos años y el 19% de los entrevistados admitió haber pagado un soborno en los últimos doce meses. Se considera por los entrevistados que en nuestro país la mayor corrupción está en la clase política (partidos 81%, Congreso 79%) y los funcionarios públicos (70%), pero, llama la atención, se cree que la inmoralidad está en todas partes: medios de comunicación 39%, entidades religiosas 37% (hoy cualquier charlatán inicia una “iglesia” especialmente en los sectores menos favorecidos). No parece acertada la percepción de solo el 38% de entrevistados de que hay corrupción en el sector negocios, es decir, en el sector privado. Vale recordar las palabras de sor Juana Inés de la Cruz: “Quién será más de culpar aunque cualquiera mal haga, ¿la que peca por la paga o el que paga por pecar?”. Los contratistas de Bogotá eran sector privado.

La solución no está en dictar nuevas leyes, en ellas siempre, repito, siempre, se ha encontrado el castigo para las conductas criminales. Está en la actitud de quienes deben obedecerlas y de quienes deben aplicarlas. Así como un buen juez podrá castigar a un culpable con la legislación existente, un culpable será también absuelto por un mal juez. Siempre habrá un argumento retorcido para exculpar al delincuente. Los corruptos surgen de la sociedad y vale entonces preguntarse si la sociedad colombiana no carece de los principios éticos necesarios, los que se inculcan, fundamentalmente en el hogar y luego en la escuela y en la universidad. Poco se conseguirá mientras no se logre que quien llega a un cargo público, administrativo o judicial, no lo haga por influencias de un político, a quien le queda hipotecada la conciencia y que, a cambio, el nuevo funcionario considere un derecho obtener una proporción del lucro de su nominador. Comencemos por inculcar la ética a nuestros jóvenes, tarea bien difícil.