Lionel Moreno Guerrero | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Enero de 2015

SOMOS CHARLIE

El califato

La   magnitud de la manifestación de París como repudio al asesinato de los periodistas de Charlie Hebdo que unió, no solo a los franceses sino a Europa y países de otros continentes, musulmanes algunos, como del África y el Medio Oriente, es una resonante notificación de rechazo a los extremistas en general y en particular a aquellos que se tratan de cobijar en supuestas enseñanzas del Corán. Tanto en la Biblia como en el Corán se encuentran pasajes que, podría interpretarse, justifican prácticas, violentas unas e intolerantes otras (“ojo por ojo”, etc.), pero estas eran costumbres de hace 1.500 años. Hacia el siglo XVI el cristianismo castigaba con la pena de muerte la herejía, pero eso hace 600 años. La civilización ha avanzado y esas prácticas se consideran hoy inhumanas y absurdas. Infortunadamente algunos pequeños grupos y sectas del islamismo creen que son vigentes porque todo lo que está en el Corán, para ellos, es literal e inmutable. Ojalá que las declaraciones de muchos líderes religiosos del islamismo rechazando la violencia con pretextos religiosos lleguen a la masa de sus adeptos. Ojalá también que esta condena no se produzca solo después de trágicos acontecimientos sino que sea un permanente llamado a la pacífica convivencia entre las religiones, tal como había sido durante siglos. Los sociólogos tratarán de explicar cómo en los últimos lustros se rompió esa tranquila coexistencia entre las religiones del libro y vale la pena releer El Choque de las Civilizaciones, de Samuel Huntington. Los ataques de la semana pasada en Francia produjeron 21 muertos, incluyendo los tres terroristas. La misma semana pasada el grupo islamista Boko Haram (Traducido indistintamente (!) como “Los seguidores de las enseñanzas del profeta” o también “La educación occidental está prohibida”) asesinó unas dos mil personas en Nigeria, sí, dos mil, y secuestra niñas para que no vayan a la escuela (las mujeres no deben recibir educación) y entregarlas como concubinas a sus militantes. Los talibanes en Afganistán pretenden imponer costumbres semejantes y la sanguinaria cuadrilla Estado Islámico intenta crear en el Medio Oriente, a sangre y fuego, un califato, es decir, un Estado gobernado según las leyes coránicas (sharia). Inspirados por algunos imanes extremistas no faltan quienes creen que la “guerra santa”, la Yijad, es literalmente asesinar a los “infieles” y que quien muera en una de estas luchas va al cielo como mártir. Es labor de los líderes religiosos musulmanes continuar explicando, permanentemente, a sus seguidores que el islamismo es una religión de paz y que no siguen las enseñanzas del profeta ni quienes matan en su nombre, ni quienes, especialmente en el Golfo Pérsico, financian a Al Kaeda, al E.I., a los talibanes o a Boko Haram. No hay nada más detestable y cruel que una teocracia, donde los gobernantes se dicen representantes directos del ser supremo.