El año pasado fue, sin duda, unos de los más movidos tanto política como económicamente. Las elecciones tanto para Congreso como para presidente de la República, generaron unas tensiones importantes y, diría yo, un reto para la democracia colombiana, que, afortunadamente, fue ampliamente superado.
Nuevamente desde los diferentes rincones del continente, se aplaudió la actitud de la sociedad colombiana, de respeto a los resultados electorales. Del mismo modo, y muy a pesar de voces incendiarias, todas las instituciones, en especial las fuerzas militares, anunciaron su actitud de respeto y acatamiento al nuevo Gobierno. En relación con el primer mandatario, está claro que gobernará por cuatro años y que su intención personal no es otra que cumplir su tarea de Gobierno respetando lo que la Constitución ordena al respecto.
Frente a estos meses de mandato, se ve un gobierno un poco desarticulado, de pronto, propio de un estilo diferente al que los colombianos veníamos acostumbrados. En todo caso, tal y como señaló el expresidente Santos al periódico español El País: "El gobierno de Petro está bien orientado, pero le falta rigor y método". No pareciera observarse unos ministerios bien ordenados, la retórica supera la realidad y permanentemente algún funcionario nos despierta con una idea que causa revuelo.
Pasado el certamen electoral y sin tomar posesión del cargo, algunos de los ministros anunciaron una serie de iniciativas de gran envergadura, que a todas luces requerían un estudio mucho más profundo al interior del Consejo de Ministros por cuanto se trataba de políticas transversales a varias carteras, inclusive, propuestas que debían pasar por el Congreso. Tantos anuncios, sólo generaron incertidumbres y alertas innecesarias.
En materia de paz, la decisión de avanzar al mismo tiempo con todos los actores armados, incluyendo las bandas criminales, no pareciera lo más acertado, dado la dificultad jurídica que esto supone. Además, impide el anuncio de victorias tempranas que permitan mayor respaldo popular. Aunque, en todo caso, cualquier iniciativa en materia de paz debemos acompañarla con entusiasmo y convicción.
En relación con la reforma pensional, y, en especial, el sistema de pilares, aún no se conoce texto alguno, cuando debería ser el primer proyecto para el próximo periodo legislativo, no sólo por lo importante, sino porque creo que puede tener un apoyo relevante en el Congreso y en la sociedad. Insisto, lograr victorias que den fortaleza al nuevo Gobierno.
La reforma a la salud pareciera tener camino cuesta arriba, primero porque no se ha sabido explicar a detalle y segundo porque muchos la asocian a la manera como en el pasado se prestaba este servicio. La ministra tendrá que emplearse a fondo y ser mucho más estratégica si pretende sacarla adelante. No creo que esa idea de dividir entre usuarios y prestadores sea lo más correcto.
En cuanto a la reforma tributaria, si bien no se alcanzó el recaudo esperado por el Gobierno, si permitió aprobar un presupuesto significativo para construir un plan de desarrollo ambicioso. En la medida en que estos recursos sean invertidos con criterio social, buscando reducir las desigualdades existentes que permitan superar en algo la pobreza extrema, habrá valido la pena el esfuerzo.
En relación con el Presidente, ha actuado defendiendo las que han sido sus convicciones históricas, y, con las que salió victorioso en la contienda electoral. Nadie puede decir que sus posiciones nos hayan tomado por sorpresa.