Dos cosas le está reprochando a los candidatos en esta campaña política: que no hacen propuestas concretas; y que las coaliciones gastan la mayor parte de sus energías peleándose unos con otros.
Ambos fenómenos están interrelacionados. Y podrían encontrar solución si damos un paso elemental de madurez política: la obligación de contar con “manifiestos” como requisito para presentarse a una elección.
En Estados Unidos o en el Reino Unido, por ejemplo, es de rigor que cuando un partido va a participar en unas elecciones tiene que presentarle a la ciudadanía, con antelación a los comicios, lo que en el mundo anglosajón se conoce como un “manifiesto”. Que no es otra cosa que un programa detallado de gobierno que un partido (y todos aquellos que van a ser elegidos en su nombre) se comprometen a defender si son elegidos. Algo de esto existe ya para la elección de alcaldes y gobernadores. Es el punto de referencia que se utiliza para promover las revocatorias de los mandatarios locales. Pero no es obligatorio para la elección de congresistas.
Debería ser obligatorio que los partidos realicen una convención de donde salga el “manifiesto” de cada colectividad. Dichos manifiestos se tendrían que protocolizar en notaría. De esta manera quienes resulten elegidos, obligatoriamente, tienen el compromiso de ejecutar o defender las iniciativas contenidas en el programa del partido que los inscribe o avala.
Así todo el mundo sabría a qué atenerse: las colectividades políticas estarían en la obligación de ser más rigurosas ideológica y programáticamente; las campañas serían más concretas; y los elegidos- lo mismo que los electores- sabrían con suficiente anticipación a qué atenerse.
Hoy no suceden así las cosas. Cada uno inventa propuestas sobre la marcha. O al ritmo de lo que cree que agrada a los auditorios. O simplemente guardan silencio sepulcral sobre sus futuros compromisos políticos.
Cada partido debería estar obligado a registrar en una notaría sus “manifiesto”. Y hacia allí podría mirar la gente antes de depositar su voto, o los medios para elogiar o censurar la coherencia de los congresistas. Sería un avance gigantesco en la dirección de darle más seriedad a la política colombiana.
Las coaliciones de precandidatos son algo que estamos viendo por la primera vez en Colombia. El 13 de marzo saldrán los elegidos de cada coalición y los demás quedan comprometidos a acompañarlos en sus aspiraciones presidenciales. Es, como bien lo anotó Fernando Cepeda Ulloa, la primera de tres vueltas que ahora tiene la elección de presidente.
Pero de la misma manera que para los candidatos al congreso: si los miembros de una coalición hubieran estado obligados previamente a elaborar y divulgar un manifiesto programático, sería mucho más claro para el elector escoger en el tarjetón que se le presentará en la mesa de votación el próximo 13 de marzo. Y permitiría distinguir cuales de los miembros de estas alianzas están allí por razones políticas serias, o simplemente se metieron en estas coaliciones para figurar y sonar un rato en los medios.
Las improvisaciones abundan: ¿qué tal por ejemplo la de Gustavo Petro- que analicé la semana pasada- diciendo que hay que prohibir las exportaciones de petróleo? Es apenas uno de los múltiples ejemplos. Si cada uno hubiera que tenido que registrar previamente un manifiesto detallado para justificar y cuantificar el costo de cada propuesta, quizás no sería tan sorpresiva su presentación durante la campaña en curso. Ni tan sospechosa esta lluvia de improvisaciones.
En síntesis: obligar a los partidos políticos para que antes de registrar a las cámaras y a los precandidatos para que antes de ingresar en una coalición deban elaborar un programa serio de gobierno, sería un paso sencillo, pero de inmensa trascendencia en la vida política colombiana. Colombia cayó recientemente y de manera estrepitosa en el índice de democracia que lleva la revista The Economist. La obligación de presentar Manifiestos ayudaría a recuperarnos.