MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Noviembre de 2012

Tamaño y amor

Desde  la semana pasada se encuentra en varios medios de comunicación del mundo la imagen de dos cerebros pertenecientes a dos niños de tres años de edad.

Lo sorprendente de la imagen es la diferencia del tamaño entre los dos cerebros. El más grande, corresponde al del niño que tuvo una mamá cariñosa, afectiva y conectada con sus necesidades físicas, mentales y espirituales. Mientras que la segunda, considerablemente más pequeña, pertenece a un niño cuya madre no fue amorosa y presentó evidencia de una crianza poco afectiva.

Los científicos alrededor del mundo han venido diciéndolo de distintas maneras y ahora bajo la luz de los avances tecnológicos se está pudiendo evidenciar que la crianza amorosa genera en el largo plazo un adulto emocionalmente sano.  Y sobra explicar qué implica una persona equilibrada para la sociedad.

El tema infortunadamente no cala entre los gobernantes. Las políticas públicas en torno de generar espacios de aprendizaje en buenas prácticas de crianza no existen. La mayoría de padres y madres se queja de que los hijos llegan sin manual. Es cierto, pero también es una gran responsabilidad entender la dimensión de lo que significa traer un niño al mundo. Y la clave está en comprender la dimensión del cerebro y todo lo que se gesta en este órgano desde el momento mismo de la concepción. El cerebro es al final el gran determinante de las emociones, los hábitos y en últimas de la actitud de una persona frente al mundo.

Hace una semanas pude presenciar por enésima vez el taller “Crianza, Tiempo de Siembra” que viene dictando la Fundación Conquistar desde hace más de 20 años. En esa oportunidad se realizó en una entidad financiera muy importante del país que está empeñada en colaborar en mejorar la crianza de los hijos de trabajadores de sus sucursales alrededor del país. Estuvimos en San Andrés y la receptividad fue increíble. Cuando un papá y una mamá tienen el espacio de dos días para entender cómo funciona el cerebro de sus hijos y el impacto positivo de sus palabras y caricias en sus niños/as es muy conmovedor.

La evidencia científica es contundente, la crianza, el amor maternal y el cerebro de los niños son la fórmula mágica para tener una sociedad más equitativa. Por supuesto así en el campo como en la ciudad. Y vale la pena mencionar que la crianza no es cuestión de dar biberón y cambiar pañales. Es un asunto tan complejo como entender los misterios del cerebro.