MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Diciembre de 2013

Las negociadoras

 

Erade transcendental importancia que al equipo negociador del Gobierno en La Habana llegara al menos una mujer. Y para nuestra fortuna llegaron dos. Desde el comienzo he sido vehemente defensora de la negociación para la terminación del conflicto, pero siempre sentí que era un desacierto que en la mesa de negociación el presidente Santos no hubiera sentado desde el comienzo a una mujer. Es un asunto de equidad y justicia. La guerra no ha sido entre hombres solamente. Las mujeres también hemos sido partícipes del dolor, muchas, en especial en las líneas de la guerrilla, han enfundado sus fusiles y disparado contra sus hermanos/as colombianos/as.

Pero históricamente no solo en Colombia, la mujer tiende a quedar rezagada en los procesos sociales tras la culminación de las revoluciones o las guerras y precisamente nuestra artesanal independencia no fue la excepción histórica. Muchas marcharon a la par con el ejército libertador, atravesaron cordilleras a pie limpio, levantaron cadáveres, limpiaron las heridas de los soldados, sirvieron como espías, recaudaron fondos, avivaron a las tropas, traicionaron por la causa patriota, pero cuando llegó la libertad, asumieron con la cabeza gacha el lugar que la sociedad conservadora les había asignado. No eran merecedoras de disfrutar los derechos políticos, sociales y económicos alcanzados con la independencia. La libertad de ese siglo XIX había llegado para los hombres, no para todos, solo para los blancos, letrados, acaudalados y socialmente reconocidos.

Esa situación de invisibilidad femenina tiene hasta sentido en una sociedad que se encontraba en la transición de la colonia al republicanismo, pero no tiene ninguna validez empezando el siglo XXI. Para las mujeres de la independencia no era tan importante el acceso a los derechos y libertades adquiridos por sus pares. No hay evidencia histórica de que haya habido grupos femeninos que defendieran sus causas. Eran mujeres que por convicción y lealtad con sus hombres, lucharon con ellos. Pero hoy es distinto. Todo el siglo XX constituyó el gran despertar de las mujeres. La adquisición de derechos y libertades políticas nos ha permitido levantar la voz y decir que estos procesos de guerra son infames y que desde nuestra perspectiva como mujeres tenemos mucho por aportar en términos de la construcción de una sociedad más justa.

Así que bienvenidas Nigeria Rentería y María Paulina Riveros. En sus voces y con el respaldo de hojas de vida con una altísima experiencia y conocimiento en temas de equidad y género tienen la oportunidad histórica de construir un acuerdo de paz que involucre, incluya y valore la visión masculina y femenina de lo que queremos como sociedad y contribuir a detener el desangre de esta patria y “matria”  que ya no soporta la muerte de ningún colombiano ni colombiana más