Día decisivo para Grecia, Egipto y Francia
Los pueblos de Grecia, Egipto y Francia tomaron decisiones fundamentales para su futuro el domingo 17 de junio en elecciones parlamentarias efectuadas ese día.
En medio de un ambiente de recriminaciones, desesperanza y desunión los griegos, en una segunda vuelta, dieron una mayoría relativa al partido de derecha proeuropeo, Nueva Democracia, encabezado por Antonis Samaras. El 30 por ciento del Parlamento, obtenido en las elecciones, permitirá a Samara hacer una coalición con los socialistas para formar un gobierno estable, algo que no había sido posible durante el último año.
El triunfo de la derecha moderada abre la posibilidad de que Grecia acepte, por lo menos parcialmente, las condiciones impuestas por la Unión Europea, liderada por Alemania y, de esa manera, permanezca en la Zona Euro.
Se pensaba que la izquierda radical, enemiga del euro, sería la ganadora; pero en los votantes primó el voto racional sobre el voto emotivo. Un indicativo de esto es que el voto de los jóvenes fue, en gran parte, para los izquierdistas derrotados y el de aquellos mayores de cuarenta años para el partido Nueva Democracias y los socialistas.
Sin embargo, el ambiente que se vivió en las calles fue sobrio. No hubo manifestaciones de celebración, ni alegría de parte de los vencedores. Los griegos saben que los años que vienen serán duros, no importa quien haya ganado.
En Egipto primó el desconcierto, la abstención y las acusaciones entre los candidatos. Aunque los números parecen favorecer al candidato de la Hermandad Musulmana, el exprimer ministro de Mubarak también reclama el triunfo.
El cuarenta por ciento de la población no salió a votar. Parte del problema fue el brutal calor que hizo durante el día. Pero, realmente, al pueblo egipcio no lo satisface ninguno de los dos candidatos.
La revolución de la primavera del 2011 pretendía terminar con la dictadura y la corrupción del gobierno de Mubarak, y crear una democracia seglar. Hoy, los egipcios se encuentran con un candidato que representa a Mubarak y otro, de la extrema musulmana, que desea crear un gobierno controlado por la ley sharia.
El pueblo, con razón, se siente traicionado. ¿Para qué la revolución? ¿En qué quedaron las ofertas de la Hermandad de formar un gobierno seglar?
Peor aún, el Ejército ha dejado en claro que, no importa quien gane, ellos ejercerán el poder real. Sólo falta ver si los egipcios se dejarán quitar la posibilidad de formar un gobierno realmente democrático.
En Francia las cosas fueron muy distintas. Las elecciones parlamentarias dieron un triunfo total a los socialistas, los cuales obtuvieron una amplia mayoría sobre las fuerzas de Sarkozy. Hollande puede ahora gobernar a sus anchas. Ya veremos que logra.
Así terminó una jornada de elección que trajo más confusión para Egipto, un margen de posibilidades para Grecia y una total claridad sobre que propuestas y a quien apoyan la mayoría de los franceses.