Mario González Vargas | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Mayo de 2016
El significado de una carta
 
No sorprende la carta que dirigió el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Por el contrario, los términos en ella consignados, si bien resultan inusuales en el ámbito diplomático, expresan el apremiante propósito de rescatar a la Organización de una persistente crisis que completa más de una década y que amenaza convertirla en una entidad irrelevante. 
 
Los acontecimientos que rodearon la elección del Secretario General, al culminar la gestión de César Gaviria, y el opaco desempeño del señor Insulza en diez años al frente de la OEA, marcaron el prematuro final de un proceso significativo de fortalecimiento que se desarrolló de 1984 al 2004, caracterizado por la primacía de los derechos humanos, la consolidación de la democracia y la consecución de la paz en Centroamérica, y que dejó instrumentos nuevos, como la Carta Democrática, el afianzamiento del sistema de Derechos Humanos y la observación de procesos electorales en los Estados Miembros. 
 
Hoy, todo ello parece olvidado. El ascenso de la izquierda al poder en varios países del hemisferio y el liderazgo de Hugo Chávez con su socialismo del siglo 21, incitaron a la creación de nuevas organizaciones con pretensiones de sustituir a la OEA, como Unasur y Celac, que hoy carecen de relevancia, pero que paulatinamente fueron afectando el espíritu de defensa y promoción de la democracia y la capacidad de resolución de diferendos y conflictos en el seno de la Organización. 
 
La OEA se ha mostrado ausente, cuando no impotente, en circunstancias como las que se vivieron en Guatemala por la corrupción de su dirigencia, en el éxodo de colombianos por la arbitrariedad del sátrapa venezolano, en Ecuador por la conculcación de la libertad de prensa, en Méjico por la impune violación de derechos a la vida de estudiantes sacrificados, o en las que se viven hoy  en Venezuela por el tránsito a un régimen dictatorial que asfixia a la democracia y viola sistemáticamente los más preciados derechos humanos de sus habitantes. 
 
Almagro no quiere ser inferior al inmenso reto que confronta y su carta a Maduro, escrita en lenguaje que éste pueda entender, es un llamado dramático a los Estado Miembros para recuperar la validez de los principios de la Organización. 
 
Nadie entendería que los gobernantes del hemisferio, hoy silenciosos, no atiendan ese llamado que permitiría a los venezolanos recobrar sus libertades y a la OEA la tarea de paz y de progreso para la que fue creada.