MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 25 de Noviembre de 2013

De la conspiración

 

La  violación del espacio aéreo de un país es una contravención pero no da para más. Maduro intentó agudizar el caso por una avioneta mexicana en Venezuela. Aquí algún sector vio una conspiración nica-rusa, por otra contravención aérea. El escándalo conspirativo es más eficaz que un análisis. Es además más fácil de urdir y sin el inconveniente de tener que estudiar antes de soltarlo. Basta con retomar una óptica de la guerra fría de 30 años atrás y aliñarlo con el actual problema limítrofe con Nicaragua y sanseacabó.

Rusia hoy es capitalista. Su gobierno no es comunista sino cleptocrático. Se ha formado una nueva plutocracia en torno del gobierno, los contratos y el petróleo. El compromiso de la antigua URSS de mantener satélites mendicantes tipo Cuba o Nicaragua ha caducado. Rusia no intenta guerrear con Estados Unidos, busca acuerdos comerciales y financieros. Mantiene sí su influencia sobre países limítrofes como Siria, o cercanos. Pero en términos comerciales prefiere a Colombia en pleno crecimiento a una nación inviable como Nicaragua. Sabe por experiencia propia lo que le espera a Venezuela al imitar el sistema cubano. Ella ya pasó y asimiló con gran dolor esa experiencia. Ahora se ha ido al otro extremo pero no está apuntalando Estados fallidos de la vieja Unión Soviética. Faltaba más.

El facilismo de la conspiración tiene la ventaja añadida de la adrenalina sustituyendo a la neurona. Se menudean analogías históricas. Por cliché Santos habla con las Farc, Chamberlain habló con Hitler, ergo Santos es Chamberlain y Uribe, obvio, es Churchill. Santos negocia con los comunistas, Kerensky en Rusia también lo hizo y ¡pum! 1917. Ojo con Lenin. O también si las Farc atacan a Uribe, entonces el Uribismo tiene la razón en blanco y negro, incapaz de matices. El aval se los garantiza la maldad de sus contrincantes. Y sus argumentos semejan las del faquir que tiende una soga vertical en el aire y pretende treparse en ella.

Por lo regular las analogías históricas llevadas en préstamo al periodismo desbordan el campo de lo analogado. En los noticieros ese facilismo ha degenerado en videos rojos y amarillos del crimen. Colombia les está quedando grande. No investigan. No dan contexto. En Chile solucionaron ese problema dando una concesión a CNN. Y ha resultado.

El periódico nacional en manos del sector financiero ha optado por la misma línea. Si en Bogotá el número de homicidios es el más bajo en 30 años no lo dicen. Dicen que ha subido en dos o tres barrios y callan lo demás. Es la mala fe. La hipertrofia sin contexto. La usura llevada a la prensa. La intermediación bancaria disimulando la realidad. Induciendo al país a no pensar y a atenerse a la bulla de las conspiraciones.

Pero el acuerdo con las Farc exige repensar. Estados Unidos ha replanteado desde ya su estrategia geopolítica basada en esa contingencia. Nominó a un subsecretario de Estado como embajador en Bogotá. El cargo más alto en la historia de nuestras relaciones por si el uribismo no lo ha notado. Y pronto recibirá en la Casa Blanca al presidente Santos. Lo que derivará en un conjunto de acuerdos trascendentales para Colombia, no reducibles a clichés.