La medalla de bronce
Colombia ha obtenido medalla de bronce en materia de concentración de riqueza.
A principios de siglo estábamos entre los diez países más inequitativos del globo, pero tras los dos cuatrienios del “corazón grande” sólo nos superan Angola y Haití, que en esto tiene medalla de oro.
En esa condición de hiper-concentración en que el Índice Gini tiende a 0.60 (índice en el que 1 sería un estado de concentración total) cualquier protesta social es gravísima para la estabilidad gubernamental. Cuando en una nación más equitativa como Bélgica, digamos, hay protestas, el establecimiento no tiembla. Pero aquí una protesta reiterada bien puede causar una crisis institucional.
Es el caso del movimiento estudiantil relativamente pacífico pero firme, que pidió revisar el proyecto de ley educativa, y el Presidente con sensatez aceptó.
De no haberlo hecho la franja más demencial del uribismo habría intentado desestabilizarlo. Así, por ejemplo, un exministro del Interior amparado en la radio pedía que se diera tratamiento de guerrilleros a los estudiantes. Advertía que cada universidad se convertiría en “Caguancitos”. Que la represión se imponía como lo único sensato, pues se perfilaban ya las largas orejas del comunismo en toda esa inicua protesta. Al unísono el exvicepresidente ‘Pachito’ pedía electrocutar y usar balas de goma. Luego barruntó que habría sido mejor pensar antes de hablar, pero como pensar es un verbo ambicioso, se limitó a disculparse. Ese patetismo represivo que caracteriza bien al pasado régimen no merece disculparse porque no es un error sino una forma de ser, de sentir. Es la quintaesencia del viejo gobierno que logró la medalla miserable de bronce en concentración del Índice Gini.
Tenemos entonces al primo del capo Escobar, el consiglieri Obdulio, desde El Tiempo. Rémora heredada del antiguo régimen cuando aún se aspiraba al tercer canal para consolidar el monopolio. Él desde allí envenena cualquier búsqueda de paz. Tenemos en la radio al señor Londoño lleno de rencor envuelto en una retórica greco-quindiana. Ambos atacan a la Justicia. Pero lo más sorprendente, para mí al menos, es que una persona sensible, como Carlos Ardila Lulle, quien además es agudo observador de los procesos históricos, mantenga a ‘Pachito’ Santos en RCN, cuando ese trío, en compañía del expresidente Uribe, intenta minar la gobernabilidad nada menos que conspirando incluso fuera del país contra el actual Gobierno. ¿Para qué prestar RCN a esa inútil conspiración? El régimen anterior ya tuvo su momento y hasta se le duplicó. Ahora tenemos los resultados.
No nos detengamos en la infraestructura que en eso conseguimos infame medalla de plata continental en ese doble cuatrienio.
Lo importante es el actual manejo de las relaciones internacionales. El gobierno Santos ha logrado elevarnos de la pelea doméstica de Washington entre demócratas y republicanos a las que nos arrastró Uribe. De nuevo tenemos una relación de Estado a Estado. Y no una manguala entre amigos uno de Texas y otro del Ubérrimo. Además, mal le pese a Uribe, no estamos en guerra con Venezuela, Ecuador, Nicaragua, ni Brasil. No intentamos imponer a la fuerza ni por insultos nuestro sistema de gobierno a los vecinos. Y el actual gobierno logró además 3.500 partidas arancelarias con Caracas.
Santos, estadista, sabe que la diplomacia, como la medusa, puede ser letal con el tacto.
No se hace ilusiones, no con Chávez. La diplomacia no se inventó para lidiar con los amigos. Sino justamente para lograr mejorar en un medio internacional hostil sin tener que arrodillarse. Sin el servilismo inútil del gobierno anterior ante Bush o ante Chávez a quien nombró ¿quién lo creyera? intermediario oficial con la guerrilla.
Pero sobre todo hay que recordar el corazón grande de la medalla de bronce.