Notas de zoología política
Si no tiene nada contra los animales no vote por ellos. Déjelos en estado natural que se ganen la vida honradamente. La democracia colombiana ha logrado aunar la votación libre que converge regular y fatalmente con las castas endogámicas de provincia, lo cual se ha venido a llamar la cámara de los Loros.
La réplica dinástica a escala macro generó al delfín. No hay nada contra este mamífero, sólo se le sugiere que al hacer maromas públicas no haga tan notorio su delfinazgo. Que no dé pie a innecesarios contrastes. Y que si no sabe leer más le vale mantenerse en los límites de un seguro anonimato.
Es natural que los gobiernos busquen chivos expiatorios pero es que aquí pretenden ordeñarlos. Cuando los gobernantes se tragan un sapo no deben comenzar de inmediato a croar. No hagan nada que es lo que mejor saben hacer.
Aquí el lagarto es primo hermano del patrón pero no sale en las telenovelas.
No toda alimaña llega al Congreso, también están las Asambleas. Eso de llamar ratas a los honorables es una exageración criolla, vea usted el caso de Mickey Mouse. También el fisco atrae a los roedores.
La anomalía genética insuficientemente estudiada se da en el cruce del roedor con el mico. Aquí no sólo los investigadores viven de los micos. Colaboran en la intimidad las micas y los patos. Hay expendedores de micos que se pegan una mona y aceleran el carro.
El lobo es un producto criollo auténtico y fiel a sus gustos. Lo insufrible son los lobos extranjerizantes. Los lobé afrancesados, el británico ad hoc y los aspirantes a gringos. Paz a los lobos, guerra al contrabando cultural. A los simios imitadores y trepadores.
Un portero notó que algunos miembros del cuerpo colegiado tenían cara de miembro.
Según parece el escudo nacional añora en su dibujo todo lo perdido: El istmo de Panamá que no nos pertenece. Y el Cóndor que está prácticamente extinto. En fin, cada cual habla de lo que le hace falta, por ese mismo motivo es de protocolo llamar a los congresistas “honorables”.
En el Congreso se debe reconocer la diferencia entre flora y fauna. A la primera la desalojan de las barras para que la fauna se columpie.
Toda sociedad tiene políticos, este es un argumento irrebatible. Pero descorazonador, lo mismo puede decirse de la prostitución y el crimen.
En la sátira “La granja de los animales” George Orwell cuenta cómo se fraguó un golpe de estado contra los granjeros, encabezados por los cerdos, que lograron el apoyo de los demás animales con la consigna de la igualdad. Una vez asegurado el poder los marranos empezaron a concentrar, cual sector financiero, todo en sus hocicos. Cuando las gallinas les recordaban la consigna “Todos somos iguales” los cerdos desde la curul les respondían “Sí, pero hay unos más iguales que otros”. Por si la sátira sirve de algo, guardemos la indignación por lo menos hasta la próxima elección.
No despreciemos el poder de los animales, no votemos por ellos. ¡Qué se ganen la vida honradamente!