MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 31 de Octubre de 2011

De Chávez y la epistemología

 

LA  primavera árabe acabó con la satrapía de Gadaffi en Libia, en el mismo mes en que muere Steve Jobs de cáncer. Y en el que el presidente Chávez en Venezuela se declara sano de esa enfermedad. Raro que esos eventos estén relacionados. El talentoso Jobs decía que uno podía unir los puntos entre sí hasta formar figuras si esos puntos estaban en el pasado. Pero no hacia el porvenir. No nos es dado a los humanos trazarle mapas al futuro. Es decir, no sabemos lo que no sabemos. Y sobre eso que no sabemos no podemos hablar. Programar el futuro es un acto de presunción. En eso Jobs se sitúa en la escuela de Popper, Hume y de Nassi Taleb. Para ellos el principio de causalidad está cuestionado. Un efecto no suele ser producto de una sola causa sino de una multitud que se interrelacionan. Como este tema desborda una columna de prensa, cito lo que decía en una entrevista el padre de la Física Quántica: “En la afirmación si conocemos el presente podemos predecir el futuro”, “lo falso no es la conclusión sino  la premisa”. Advierte además Heisenberg que ese principio lo irán incorporando las nuevas generaciones. Parece que ya comenzamos a barruntar que el presente se nos escapa.
En la esfera de Jobs, el creador de Apple, la información global es una causa probable de la primavera árabe. Revistas como The Economist sugieren que la comunicación inmediata mostrando con imágenes directas hace más difícil al Estado manipular. En la confrontación callejera los jóvenes envían alerta a los manifestantes en cuales calles está la Fuerza Pública. Si un policía, ayer anónimo, golpea a alguien, su acción recorre la red. Otra ex novia aprovecha para contar sus aficiones. En pocas horas lo que él hizo lo sabe su familia, los vecinos, amigos. En fin, se retorna del anonimato de las grandes ciudades al reconocimiento inmediato de los pueblos pequeños. Y a ese policía se le convierte la vida en un infierno grande. Paradojas de la globalización.
La primavera árabe y los indignados contra Wall Street tienen en común la revolución informática de los últimos 30 años. Curioso que una persona del talento de Jobs no hubiese aprovechado el diagnóstico para hacerse operar de inmediato como lo hizo Chávez. Otro de la escuela probabilista de Jobs, el profesor Nazi Taleb, también se hizo la prueba del cáncer, que le salió negativa. Taleb explica qué quiere decir el negativo. Ojo, no es que uno esté sano y libre de cáncer. No. Lo que significa es que no se detectan en ese examen células cancerosas. Parece una sutileza, dice Taleb, autor del Cisne Negro, pero es bien diferente. Para la ciencia la ausencia de pruebas del cáncer no es una prueba de ausencia.
Si bien es digno de alivio que al dictador Chávez no le hayan detectado células cancerosas, no es lícito asegurar que ya no tiene cáncer. Si los médicos en Cuba no le hicieron esa aclaración, merecen el escarnio científico. Por supuesto esos matices se pierden en la retórica tropical del mandatario venezolano.
El profesor de Lógica Matemática, Carlos Federichi, decía que un psiquiatra podía diagnosticar que alguien padecía locura, pero resultaba mucho más difícil pedirle un certificado garantizado que alguien estaba sano. Pero, locos o no, ni los periodistas ni nadie saben el presente en que viven.