Una persona menor de edad que ha sido víctima de trata y de explotación sexual enfrenta un camino extremadamente difícil hacia la recuperación. Los traumas sicológicos y físicos que sufren niñas y niños son profundos y dejan marcas que afectan su desarrollo emocional, mental y social de manera permanente.
Comprender la gravedad de estas situaciones permitirá estructurar acciones mejoradas que no solo prevengan la explotación sexual comercial y la trata, sino que también brinden un apoyo integral y una atención especializada para acompañar a las víctimas, en su proceso de recuperación.
La preocupante realidad de explotación sexual de niñas y niños en Medellín ha desencadenado una ola de alarma en todo el país, particularmente tras el caso denunciado la semana anterior, de un supuesto turista internacional, que sometió a dos niñas de 12 y 13 años, a una situación de explotación sexual comercial. Adicionalmente las denuncias del alcalde Federico Gutiérrez, quien alertó que el caso es apenas la punta del iceberg y qué, detrás de la explotación sexual contra menores de edad, están grupos delincuenciales asociados a redes transnacionales.
Una ampliación de esta situación radica en la necesidad de comprender las causas subyacentes de la explotación sexual de niñas y niños. La pobreza, la ausencia de servicios efectivos en el sector educación y de ingresos familiares, y factores sociales y económicos, contribuyen al aumento de la vulnerabilidad de los menores de edad. Por ello, las políticas deben abordar no solo las consecuencias inmediatas de la explotación sexual, sino también garantizar el acceso a servicios integrales de atención, rehabilitación y reintegración, y tendrán que ahondar en las raíces profundas que la sustentan.
La cosificación de la mujer, en diversos contextos, derivada de pautas sociales y culturales que la reducen a un objeto sexual, crea un entorno propicio para su explotación, lamentablemente, desde niña. Esto contribuye a la normalización de la explotación sexual y facilita la percepción de mujeres y niñas como simples objetos de placer.
La búsqueda de dinero fácil, especialmente en entornos de fragilidad económica, lleva a menores de edad, vulnerados en sus derechos, a caer en redes de degenerados y traficantes que ofrecen promesas de dinero rápido, supuestas oportunidades laborales o mejores condiciones de vida. Se convierte en un anzuelo para reclutar a las víctimas.
Adicionalmente, estos fenómenos se nutren de la depravación de individuos que se aprovechan de su vulnerabilidad. El perpetrador de la explotación sexual, se vale de ofrecimientos económicos, manipulaciones y amenazas, para someter a sus víctimas. Es una manifestación extrema de la capacidad de hacer daño, donde la dignidad y los derechos fundamentales son pisoteados en aras de un beneficio repudiable.
Alcaldía de Medellín, Gobierno Nacional, instituciones como Fiscalía y Policía, junto con sociedad civil y comunidad internacional tendrán la obligación de ser más proactivos y efectivos en las acciones de prevención, identificación y protección de las víctimas menores de edad.
Una de las medidas puede ser fortalecer los sistemas de alerta temprana y de protección para identificar y asistir a posibles víctimas. Además, establecer programas de trasformación cultural y educación con colegios y comunidades, para fomentar relaciones basadas en el respeto mutuo y sobre todo, la comprensión del interés prevalente de los menores de edad. Fomentar alianzas y colaboraciones con organizaciones de la sociedad civil, empresas y medios de comunicación para desarrollar estrategias conjuntas.
Además de estas sugerencias mínimas, la intensificación de la lucha contra la explotación sexual de niñas y niños en Medellín tendrá que ser una tarea constante y comprometida, especialmente bajo el liderazgo de su alcalde, para lograr transformar esta cruel realidad.