Ahora cuando se abren expectativas por el avance o culminación de obras públicas en el país se percibe más frustración ciudadana, que ilusión por verlas pronto terminadas. Lentitud y chambonada hacen carrera.
Y no es porque no sepa la ingeniería criolla, sino por ahorro de inversión. En veredas y medianos municipios se elevaban globos siempre soñados, igual que en ciudades.
El habitante citadino y el residente municipal o rural, perdieron credibilidad en las fechas para terminación de obras anunciadas, con decenas de promesas, ahorros y mentirillas.
En algunas localidades, muestran en tamaño ampliado, gráficas y textos, que afirman que llegó el desarrollo; “Y ahora se responde a la ciudadanía”.
La pérdida de credibilidad no tarda. Los constructores mueven tierra, despejan y ubican maquinaria sobre vías; ese es el primer caos. Emprenden trabajos a paso lento y pocas semanas después paran.
La ciudadanía tiene un concepto bandera, para definir todo: “Como siempre inician con maquinaria y algunos trabajadores, luego interrumpen; es lo de siempre. Por eso no creemos”.
La congestión en el sitio de obra continúa: es segundo caos, por los nudos en tránsito peatonal o automotor, pero sin ver trabajadores en acción. Todo el equipo movilizado queda cubierto con carpas, y un vigilante en amplios horarios del día.
El tercer caos aumenta: la supuesta obra adormecida, hace creer que se paralizó. Solo maquinaria todo el tiempo, sin funcionar y, en el área, quedan cuatro operarios, laborando en cámara lenta, garlancha en mano.
¿Cuando hicieron la propuesta de licitación, garantizaron, cuántas personas conformaran la planta de trabajadores? Pregunta válida, del ciudadano desprevenido, al ver parsimonia, en una o varias obras de interés público.
Quien contrata espera profesionalismo del contratado; no puede basarse en nombre y prestigio del proponente; eso se supone. Lo contrario es aparentar.
Las partes en contratación piensan más en el valor cobrado y formas de pago, que en contenido y tiempo para entregar trabajo; No cumplen calidad integral, precisando número de operarios de campo, hasta terminar y entregar.
Abundan obras dormidas, en diversos lugares del país: Por ejemplo, en la zona cafetera, afirman que llegar a Armenia, es transitar extenso tramo de trochas, con peaje costoso, al salir de Cajamarca.
No escapa la autopista Norte de Bogotá, en ampliación entre el peaje, adelante de los cementerios, y el conjunto vial, conocido como puente del Común, hacia Cundinamarca.
Ese trancón, atribuido a almuerzo ‘cachaco’ en fin de semana no es cierto. La parsimonia en obra vial es inclusive en días hábiles, culmina a las 4 pm de viernes; bloquea también a residentes en conjuntos del norte capitalino.
Así Colombia es el reino unido del desorden; aquí miles de veces, juran que se ordenará.