Minorías que se dicen mayoría | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Diciembre de 2017

No se entiende cómo si se teme a  las masacres, los secuestros, la extorsión, la intimidación, la muerte de campesinos y soldados, entonces por qué mostrarse contrario al proceso de paz y hacer de esa posición una bandera política para impedirlo.
El Acuerdo de Paz firmado en La Habana es apenas el primer paso; sin embargo, el país se encuentra dividido entre quienes aceptan su contenido y quiénes no.
Los contradictores insisten en hacer valer las mayorías del plebiscito en contra del Acuerdo, pero la heterogeneidad de sus opiniones no representa más que posiciones individuales minoritarias, que van desde aceptar la guerra sin compasión, hasta conseguir la paz mediante un nuevo acuerdo.
Imposible darle gusto a las pretensiones de cada quien por separado. 
Se unen para decir no, pero no están de acuerdo sobre lo que realmente quieren.
Entonces, ¿cuál es su fortaleza? 
De otra parte, tampoco está en discusión si Timochenko es un criminal, al igual que los demás guerrilleros.
El motivo central del proceso consiste en hacer la paz con ellos precisamente  para que dejen de delinquir y se acojan a la vida constitucional y legal, lo cual requiere de una clara y dispuesta voluntad de paz de los guerrilleros pero igualmente del resto de los colombianos.
Que respondan por sus delitos dentro del marco de los acuerdos y la Justicia Especial para la Paz, con mayor razón si se tiene  en cuenta que las Farc aseguran tener "la voluntad de comparecer ante esta jurisdicción, y cumplir con las sanciones a que haya lugar por obra de sus hechos".
Pero dar marcha atrás, es retomar el pasado de confrontaciones, muerte y años de sufrimiento.
Recordar la maldad de estos hombres más que un argumento en contra de los acuerdos, debe entenderse como una advertencia sobre la necesidad de continuar en la búsqueda de la paz. 
Dice Antonio Caballero: "ya que las Farc están desarmadas, cumpliendo su parte del trato, no es el momento de ponerles conejo..." 
Los que acompañamos el proceso de paz no somos amigos de la delincuencia ni la apoyamos; todo lo contrario. Sin embargo, los tergiversadores de la verdad utilizan esa versión, fácil de vender a quienes se quedaron atrás como una masa heterogénea y sin norte, presa de sus temores y de sus propios rencores.
No se trata de hacer shows mediáticos, ni convertir este asunto en un entretenimiento en las redes sociales; ni mucho menos para brabucones del posconflicto convertidos ahora en héroes de papel. 
Dejar de hacer o no dejar hacer es la forma más fácil de propiciar el fracaso.
De conseguirse la paz se le ahorran a Colombia más pérdidas humanas y gastos militares, obteniéndose a cambio  el bienestar para todos y como beneficio extra, mayor y mejor inversión social.