MONS. LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Diciembre de 2015

Por caminos de misericordia (II)

 

 

CONTINUAMOS la presentación de la confortante Bula “Rostro de Misericordia”, por la que convocó el Papa Francisco a especial Año Jubilar. Está en ella la expresión de que la misericordia es “viga maestra que sostiene la Iglesia”, pues su pastoral debe estar siempre revestida de ternura. Con ella, “el perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva” (n.10). Alude el documento a la magistral Encíclica de S. Juan Pablo II “Dive in misericordia”, en donde reclama que en un mundo como el de hoy, envanecido por sus avances científicos y culturales, entre en competencia con el mismo concepto de la “misericordia”, que trataría de excluir, pues lo siente incomoda frente a la prepotencia de los humanos. “En ese espíritu dominante, parece no haber lugar para la misericordia (n.11).

En contraste con ese espíritu impregnado de soberbia, aparece la Iglesia con un pregón de la misericordia de Dios, como “corazón palpitante de Evangelio”. Es que, la Bula, hace recordar que “la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo”, que lleva a “un programa de vida tan comprometedor…rico de alegría y de paz” (n.13). Todo lo cual lleva a “abrir el corazón a cuantos viven en contradictorias periferias existenciales”.  De allí el llamado a que el pueblo cristiano reviva la practica de las “obras de misericordia corporales y espirituales”  (n.15). En plena conexión con este “Año Jubilar de la Misericordia”, señala la intervención de Jesús, en la sinagoga de Nazaret, cuando aplica a toda su misión lo profetizado por Isaías de su cercanía a los pobres y oprimidos, como “Año de gracia” (Is. 61-12).

Recomienda la Bula papal vivir muy intensamente, en ambiente de caridad y de misericordia, en los tiempos fuertes de Adviento y Cuaresma que están dentro del Año Jubilar, con invitación a toda la Iglesia a la penitencia ejercida por medio de obras a favor de los más necesitados (n.17). En este, también “Año de gracia”, habrá especiales indulgencias,  que han de ser reglamentadas en cuanto a tiempo y lugar por los Obispos en sus Diócesis, en las que debe haber apertura y cierre, al igual de cuanto hará el propio Papa en Roma. Pero que se tenga muy en cuenta que lo principal de este Año es el ofrecimiento a Dios de una vida según sus preceptos,  con el distintivo de la caridad y la misericordia,  que serán los capítulos en los que seremos juzgados, cuya aprobación abrirá las puertas a la felicidad eterna.

Capítulo especial se anuncia en la Bula, y es el envío de “misioneros de la misericordia”  en este Año Jubilar, con facultad de perdonar pecados cuya gravedad hace que de ordinario están reservados a Penitenciarios Pontificios. Hay recomendación a ellos, como a todos los confesores, de ser en el trato a los penitentes “verdadero  signo de la misericordia del Padre” (nn 17-18). No se trata de disminuir la gravedad y condena del pecado, pero sí invitar, con paterna bondad, a nunca más pecar. No deja, el Papa, en la Bula, de precisar que “la misericordia no es contraria a la justicia”, y, por ello, se ha de condenar el pecado. Está invitación a un “comportamiento” del confesor que ponga siempre de manifiesta la bondad y misericordia de Dios. Es que la corrección bondadosa, y advertencia de la gravedad del pecado, es, como evangelizar, una fundamental obra de misericordia (n.21).

Culmina, el Santo Padre, esta Bula de Misericordia, con humilde  reconocimiento de que “todos nosotros hemos vivido la experiencia del pecado”, con necesario recurrir al gran Sacramento de la Penitencia como camino de sincera y plena conversión a una vida que sea respuesta a la misericordia divina. Fruto de esta oportunidad, que nos da la bondad divina, es “aprovechar este Año Jubilar desde la misericordia”, enrutados, definitivamente, a avanzar por caminos de misericordia.

monlibardoramirez@hotmail.com

 

*Expresidente Tribunal Ecco. Nal.