MONS. LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Julio de 2012

Me entusiasma la Iglesia

 

El apreciado jesuita y columnista de El Tiempo, P. Alfonso Llano,escribió (01-07-12) un amplio artículo en el que, haciéndose vocero de muchas quejas a la Iglesia y sin responder a ellas, dice, desde el título, que, por todo ello, “Me duele la Iglesia”.Ante este protuberante hecho, que pone en el banquillo mi Iglesia querida, creo que puedo y debo, con el debido respeto, poner puntos sobre las íes.

La Iglesia Católica, fundada por el propio Jesucristo con seres humanos, y para seres humanos, está constituida por gentes con cualidades y defectos. Grandes personalidades y santos de magníficas virtudes son honor de ella, e invaluables servicios ha prestado y sigue prestando a la humanidad, aunque haya habido también tantos Judas y hechos no acertados a través de los siglos.

Pero, en su conjunto, los hijos que la amamos sentimos gozo al pensar en ella y no nos sentimos representados cuando se dice “me duele la Iglesia”.Hay sin duda muchas cosas que mejorar en ella, pero, mirando en general lo que ella realiza y dando seria respuesta a los interrogantes sobre su disciplina y actuaciones, nos entusiasma y no nos duele nuestra Iglesia.

Sobre las críticas del P. Llano por la actitud de la Iglesia ante la ciencia, es lo correcto decir que ha habido ante todo llamados a un avance prudente cuando han surgido nuevas afirmaciones, más que persecución sistemática. Reclama ella respeto a ancestrales interpretaciones, pide prudencia ante lo enseñado por los mayores y que se demuestre plenamente lo nuevo. En casos como el respeto a la vida, en bien de la verdad y de la humanidad, la Iglesia cumple con exponer, con altura y razones científicas, sus puntos de vista.

En cuanto a las “excomuniones”, otro reclamo del P. Llano, es necesario anotar la verdad de que, más que rechazo a quienes se declaran en ese estado, es una constatación del rompimiento de ellos y de su ubicación al margen de sus enseñanzas y disciplina. La excomunión tiene la intención de señalar con claridad quién está por fuera de ella por su pensar y actuar, y tiene un aspecto “medicinal” en busca de la salud de esos hijos, para que se curen de letales errores.

Le duele también al levita la “disciplina celibataria”, señalada como “yugo”. Ante ello es preciso recordarle, él lo sabe, que quien la asume lo hace libre y conscientemente, con motivación clara y entusiasta, de esa ofrenda “por el Reino de los Cielos”. Están constatadas la fidelidad de inmensa mayoría, las grandes ventajas para el servicio pastoral en la Iglesia y la materna dispensa, en caso de fallar.

La Iglesia no es insensible ante los matrimonios que fracasan. Aunque no hay divorcio, están sus Tribunales que estudian la validez o no de los matrimonios, con declaración de nulidad si hubo fallas básicas al contraerlo. No son muy costosos ni demasiado largos esos procesos, que culminan, tantas veces, con declaración de nulidad, dando oportunidad de rehacer sus vidas. Si no se permite comulgar a quienes viven en unión libre o adulterina es un llamado a no estar en esa situación irregular, y que piensen en ponerse en paz con Dios.

Tildar a la Iglesia de falta de compromiso con los pobreses cerrar los oídos a sus magníficos mensajes sociales y los ojos ante tan excelentes servicios sociales que ha prestado y sigue prestando a la humanidad. Falta mucho por realizar, pero es ir contra la evidencia decir que hay insensibilidad en ella.

Muchas fallas hay en la Iglesia y en sus integrantes, y eso nos duele; pero si explicamos las cosas en vez de sumarnos al coro de inconformes, si ofrecemos colaboración para superar las falencias, si miramos todo el bien que hay en la Iglesia, antes que decir “me duele la Iglesia”, diremos “¡Me entusiasma la Iglesia!”.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.