Monseñor Libardo Ramírez Gómez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Diciembre de 2014

Tras balance positivo real

 

Estamos por cerrar nuestras cuentas de este año del Señor 2014. Se van acumulando días, meses y años de nuestro vivir, y es lo sensato hacer balance de lo positivo y negativo que hayamos realizado, poniendo como árbitro nuestra conciencia, que, al ser imparcial, le podemos dar el señalamiento de ser “la voz de Dios”.

Nos pone de relieve ese juez insobornable los millones de tesoros que a diario recibimos de un Dios de bondad infinita, tesoros que hemos de hacer fructificar según la modalidad de “administradores, buenos y fieles”, con voz confortante para quien los hace rendir (Mt. 25,21), pero de duro reproche  de “siervo malo y perezoso” a quien se presente ante Dios con las manos vacías del rendimiento de los tesoros recibidos (Mt 25,26).

Al lado de la eficiente y fructuosa administración de los bienes recibidos, debe entrar en una conciencia, que pueda estar tranquila y dejarnos reposar en paz, el desvelo generoso por hacer el bien a los semejantes, especialmente a los más necesitados. Cuadro dramático que dará sentido de triunfo o de tremenda derrota la no preocupación por los necesitados y dolientes, sobre cuya no atención se hará recaer juicio con voz inexorable de condena eterna. Es que Dios mismo recibe como hecho o no a ÉL cuanto hagamos o deneguemos al doliente necesitado. Igualmente como negativa condenable hecha a El omitir gestos de generosidad y servicio al os que sufren (Mt. 25,31-40).

El divino Hacedor, crea a los seres humanos, hechos a imagen y semejanza suya (Gen. 1,27) y los coloca para encauzar su obra (Gen. 1,28-31), con orden traducible a un  “¡echa adelante mi obra!”, como dijera el Papa Pio XII. De ese cuidado de su propia vida y salud, y de la creación circundante, hemos de tomar conciencia los humanos y frente a lo cual hay que dar cuenta a Dios. Son tesoros que Dios pone en nuestras manos y de cuya administración somos responsables en el juicio que sustentemos ante Él.

Bienes de indecible valor, de  los que somos depositarios, son nuestra inteligencia y voluntad que han de ser cuidadosamente cultivadas y encauzadas al bien. A ellas han ido llegando, día tras día, tantos regalos de Dios como una buena educación en el propio Mensaje de Jesús, sus ejemplos y llamados a seguirlos desde gestos humildes como el lavatorio de los pies (Jn. 13,15), o el tomar la cruz de la propia vida y deber de cada día, y marcha en paz de Él (Mt. 16.24).Solo así se tendrá “balance positivo real”, con conciencia tranquila ante Dios, y día a día tras sus sendas.

A lo largo de la vida, y en concreto en este año que termina, ciertamente hemos recibido infinitos tesoros de parte de Dos, que reclaman diaria respuesta.  Tendremos que reconocer diversas fallas e infidelidades ante el Señor, pero, con la ayuda divina, podemos superar, como el convertido de Damasco, y decir: “todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Filip. 4,13). Sabiendo, entonces, que el éxito lo debemos a esa ayuda divina, nos apostamos a un “balance positivo real”, pero reconociendo con humildad, ante Dios: “No somos más que unos pobres siervos, solo hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc. 17,10).

En toda actividad digna, como el deporte, está el deber de quienes se empeñan en un triunfo en el estadio de sacrificarse en su vivir, y empeñarse a conciencia en obtener una victoria (I Cor. 9,24-25). Qué satisfactorio que en un país de creyentes como el nuestro, desechamos las limitaciones que nos quieren imponer los corifeos de ser “un país laico”, con jugadores como los de Santa Fé que terminaron declarando que el balance satisfactorio de su triunfo se lo deben a Dios, a quien han ofrecido sus fatigas.

Gracias a Dios por sus tesoros y por buena administración que hayamos hecho de ellos. Tendremos así, un Año Nuevo Feliz.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidnete del Tribunal Ecco. Nal.