MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Junio de 2012

A propósito de la Carta del 91 (XLVI)

 

No puedo dejar de decir una palabra, en el final de estas consideraciones a propósito de nuestra actual Carta Magna, sobre un estamento al que se le dio fortaleza en ella para oportunas consultas, como es la Corte Constitucional. Se le asignó la importante misión de definir la exequibilidad o no de proyectos por aprobar, la modificación o derogación de leyes estatutarias  (Art. 153), pero, fundamentalmente, se le confió la guarda de integridad y supremacía de la Constitución, dentro de once precisas y estrictas funciones  (Art. 241). Pero grandes interrogantes se han planteado sobre las sentencias que han emanado de esta Corte, ya por someter  su juicio tratados internacionales como el Concordato  (C.027-1993), ya porque sus determinaciones más que interpretaciones son verdaderas enmiendas, como la de abrir paso al aborto en determinadas circunstancias o querer forzar las conciencias suplantando el Art. 18 de esa misma Carta Magna. Es esta Corte, dentro de las líneas que le trazó la Constitución, un gran logro,  pero, al desbordarse de ellas, algo fatal.   

Creo ahora oportuno recordar propósitos que hubo al emprender esta  obra colosal de tener nueva y apropiada Carta Magna para la Colombia de hoy, para confrontarlos con ya mencionadas apreciaciones.

Con acento de satisfacción y orgullo patrio, el presidente Cesar Gaviria Trujillo, gran protagonista al abrir paso a la Constitución del 91, dejó en el discurso de clausura de labores de su elaboración, emotivas expresiones dignas de ser recordadas.

“Si hoy concluye esta importante etapa, también se inicia una nueva era para Colombia que no marca el final de un proceso de reforma sino el comienzo de un nuevo capítulo de nuestra historia. La Constitución de 1991 permitirá que el proceso de renovación y de cambio fructifique en la construcción de una nueva democracia. Estamos frente a una verdadera renovación pacifica: se ha partido en dos la historia de nuestra República.

 “La Constitución de 1991 es un espejo del nuevo país,de esa Colombia en la que cabemos todos, los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos, en que la mujer tiene un lugar preponderante en la vida nacional, en que los indígenas y demás grupos étnicos minoritarios en verdad cuestan. Esta Constitución no es un ejercicio académico ni un invento de laboratorio, es la expresión de la realidad viviente, como ella es, llena de formas distintas, complejas, imbuida de necesidades de variable índole y movida por las ilusiones de millones de compatriotas”.

“Debemos tener muy presente que se ha creado con ella (La Constitución) una democracia participativa; en esta democracia grupos de ciudadanos podrán presentar directamente proyectos de ley al Congreso. Además de votar en a las elecciones los ciudadanos podrán exigir el respeto a intervenir en otros foros de decisiones. “En las determinaciones plasmadas en la  Constitución están las armas de los colombianos para luchar en paz por sus intereses”.      

Después de diversas anotaciones de logros, según él, en  los 380 y  más artículos de la nueva Constitución, concluye el presidente Gaviria: “Miremos hacia el futuro. Esta Constitución nos ha volcado a una nueva situación. Se siente correr un aire refrescante. Se ven abiertas las ventanas para un juego política fluido, equilibrado y vigoroso. Ha quedado atrás el viejo ardor, y, con la ayuda de Dios y de Colombia, vamos a hacer de la nuestra una patria próspera y pacifica”. 

Quedan allí esas constataciones sobre la Constitución de 1991 y anhelos de que sean herramienta de grandes cosas. Ya hemos transcrito, en entregas  anteriores, distintas opiniones sobre sus logros y vacíos. Haré, mi Conclusión  final en próxima y última reflexión. (Continuará)                                                                                                                                                monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.