MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Noviembre de 2011

 

A propósito de la Carta del 91 (XXI)
 
Volviendo a los últimos sentimientos de Bolívar, cercano a su muerte están estas expresiones suyas: “Me siento morir. Dios me llama… Quiero exhalar mi último suspiro en los brazos de mis antiguos compañeros, rodeado de sacerdotes cristianos de mi país y con el crucifijo en las manos”, (Cf. Memorias Histórico-Políticas. Joaquín Posada Gutiérrez. Tomo II Pág. 23). Hay constataciones innegables de haber tenido, el 10 de diciembre la asistencia espiritual del Sacramento de la Penitencia de parte del obispo de Santa Marta, José María Estévez, y la Unción de Enfermos y Sagrada Comunión de parte del Párroco de Mamatoco, padre Hermenegildo Barranco. 
Lo antes rememorado no está en desconexión con su pensar de toda su vida. Era el mismo que a los 18 años había escrito a su tío Don Pedro Palacios: “Dios es el autor de nuestros sucesos, por lo que deben ser para bien nuestro”. Vivía también Bolívar cuanto expresó a sus más de noventa años el que fuera en un tiempo libre pensador, Don Germán Arciniegas, quien al preguntársele al final de sus días cuál de los libros de su amplísima biblioteca fuera el que más apreciaba, fue y tomó el de los Cuatro Evangelios, y, rememorando todo lo que había leído en su vida, lo presentó como la máxima verdad escrita en pocas páginas, y, en busca de la paz. Recuerda a “Jesús partiendo un pedazo de pan, entregándolo a sus discípulos y diciendo: “Mi paz os dejo mi paz os doy”. Y concluye el maestro Arciniegas:  “a mí me convence esto último y con esa convicción muero tranquilo”. 
 
¿Por qué en un tema de Constituciones rememorar esos hechos de la vida y muerte de Bolívar? Es que se ha dicho que “el estilo es el hombre”. Bolívar no es sólo lo que habló, es lo que vivió, y escribió así, “con sangre”, como quería Nietzsche, su legado para nuestras naciones y para el mundo. Bien dijo Mons. Rafael Gómez Hoyos, en Armenia, en el Centenario de su nacimiento (24-07-83). “Está bien que pasemos y repasemos el río de los muertos, para volverlos a la vida del conocimiento y del amor de las generaciones actuales. Es muy grato sentir entre nosotros la presencia iluminada e iluminante de Simón Bolívar, evocar su vida depurada en la lejanía del tiempo, y ensalzar su obra y su pensamiento que cada día cobran mayor relieve en el panorama histórico del mundo”.
¡Lastima que personas de pensamiento distorsionado sean las que enarbolan hoy su nombre, y que otros, que tienen mejores bases, sientan rubor de cubrirse con su cristiano y patriótico pensamiento! Es que, en cuanto a acciones en favor de la humanidad y la organización de los pueblos, cabe decir como Gabriela Mistral: “No hay arte ateo, adorarás a tu Creador creando a su semejanza”. 
 
Muerto el Libertador y Padre de la Patria, títulos que sus más fieros enemigos no podrán arrebatarle a Bolívar, había que seguir haciendo patria buscando unir metas y voluntades en medio de un mar de proyectos y de lamentables resentimientos. La Nueva Granada, a la que quedaba reducida Colombia ante la separación definitiva de Venezuela (23-09-1830) y la del Ecuador (10-08-1830), y que acababa de superar un primer “golpe de estado” en los acuerdos entre el vicepresidente Caicedo y el usurpador Urdaneta en Juntas de Apulo (abril-1830), debía organizarse ya en esta nueva y solitaria situación. Desde el mes de octubre (20) el vicepresidente José Domingo Caicedo, encargado del gobierno, había instalado nueva Convención. Hubo incumplimientos de lo pactado en Juntas de Apulo entre Caicedo y Urdaneta, lo que motivó el retiro de los “bolivarianos” de toda actividad, quedando solos los “santanderistas” en la Convención, divididos, enseguida, entre “moderados” y “draconianos”. (Continuará).