El presidente Petro viajó a la China. Se ha dicho que uno de los puntos que trató con Xi Jinping fue obtener de éste una especie de aval para persistir en su idea de soterrar un tramo de la línea uno del metro de Bogotá. No se sabe si el jerarca chino se interesó en interferir en un asunto de la órbita municipal en Colombia.
La línea uno ya está contratada. Es una obligación bilateral plasmada en documentos jurídicos. Introducirles a estas alturas una modificación sustancial como es el soterramiento de uno de sus tramos representaría no solo un mayor costo que puede ser muy cuantioso, sino una demora adiciona en la conclusión en esta obra que tanto añoran los bogotanos desde hace más de setenta años.
La pregunta fundamental que hay que hacer, a mi entender, es si por el hecho de que la ley de metros obliga a la nación a cofinanciar hasta el 70% de los programas de transporte masivo que emprendan las grandes municipalidades del país le es permitido al presidente de la república entrometerse -por terquedad personal- hasta el punto de cambiar las reglas de juego y el esquema financiero ya acordado y plasmado en el diseño de un contrato que está en marcha.
No lo creo. Aunque Petro ya ha dejado deslizar la malévola amenaza según la cual- si no se le da gusto- el nuevo alcalde tendrá que enfrentar la presión malhumorada del gobierno central que es quien financia el 70% de la obra.
Es decir, que si el nuevo alcalde no acepta a pie juntillas las ideas de Gustavo Petro al respecto tendrá que atenerse a las consecuencias, que pueden derivarse de una especie de retaliación desde la imperial casa de Nariño.
La financiación del metro no es una benevolencia que recibe la capital del gobierno central. Es el cumplimiento de una obligación legal que vincula a la Nación. Y no es por tanto un escenario para resolver caprichos personales del jefe de estado.
Según las declaraciones de los candidatos y de las encuestas, el querer de las gentes de Bogotá es que la línea uno se termine tal como ha sido contratada y lo más pronto posible. Manejar las cosas en sentido contrario desde la casa de Nariño, además de ser una operación que estaría cercana a un abuso de poder, sería algo contrario al mandato popular que recibirá el nuevo alcalde este domingo.
Ya hasta Gustavo Bolívar concurrió esta semana a una notaría a protocolizar solemnemente un documento según el cual, de ser elegido alcalde de la capital, proseguirá con la línea uno del metro tal como está contratada sin soterramiento alguno. Lo mismo han dicho unánimemente los demás candidatos opcionados para ocupar el Palacio Liévano. De manera que desde ahora se sabe que ninguno de los candidatos a ocupar la alcaldía de la capital, ni la ciudadanía que votará por ellos este domingo, están de acuerdo con las ideas del presidente Petro sobre soterramiento de un tramo de la línea uno del metro.
¿Cuál opinión debe entonces prevalecer? La democracia tiene sus reglas y sus consecuencias: es el momento de aplicar unas y otras.