Decíamos la semana pasada que, basándose en una farsa de referendo tan ilegal como caricaturesco, los grupos secesionistas catalanes han querido proclamar la independencia de Cataluña.
Ante semejante ocurrencia, los catalanes no nacionalistas, pero, siendo más específicos aún, los catalanes unionistas y leales, deben ser respetados y protegidos a toda costa.
Este deber de proteger no es tan solo un imperativo ético; también es un referente material, de tal modo que a los auténticos demócratas de este lado del Atlántico les asiste plenamente el derecho a boicotear todo negocio que haga gala de soberanismo retardatario.
Boicotear, pues, hoteles, editoriales, clubes deportivos, constructoras y todas aquellas entidades que se comportan hoy como en su momento se comportaron los aparatos ideológicos, estatales y no estatales, que secundaban a Adolfo, Benito y Vladimir.
De hecho, todo subversivo afiliado a la Cup, Arran, Anc, Omnium, Podemos, Junts pel Sí, o el PDeCat, ha de saber que no tiene en estas latitudes a ningún interlocutor aliado y que los catalanes demócratas reciben la solidaridad de América Latina en los mismos términos usados por el Rey, hace quince días, cuando sostuvo :
“Sé muy bien que en Cataluña hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas. A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.”
En tal sentido, los extremistas también deben saber que sus excentricidades parroquiales solo son vistas desde acá como conductas autoritarias y explosivas basadas en primordialismos regresivos y una genética política de poca monta, justo aquella que les liga a Sabino Arana.
Parroquialismos primitivos que, por cierto, se hermanan, dolorosamente, con aquellos sacerdotes que, al amparo de la Conferencia Episcopal Tarraconense (Catalana), han tomado partido a favor del rupturismo, fracturando así la unidad de los creyentes y bendiciendo a los autócratas.
Por fortuna, la Conferencia Episcopal Española, ella sí, sensata y ponderada, ha corregido dulcemente el desafuero y, absolutamente coincidente con Su Santidad, les ha devuelto la esperanza a todos los fieles en plena turbulencia.
Y, por último, los demócratas latinoamericanos, comprometidos con la construcción de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, no pueden digerir el desafío de los marxistas asociados al enriquecimiento ilícito de los Pujol-Ferrusola, incesantes promotores del expansionismo llamado ”Els països catalans” (Los países catalanes) con el que reflejan la naturaleza despótica de su proyecto nacionalista.
En definitiva, que sepan quienes por poco tiempo más ocuparán el Palacio de la Generalidad, que ante semejantes afrentas y desmanes, desde el Nuevo Mundo resulta perfectamente comprensible la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española, se suspenda la autonomía y, por ende, se convoque a elecciones libres y limpias, debidamente aseguradas por la Guardia Civil y la Policía Nacional.