Vivimos en Colombia momentos de caos. No son tiempos nuevos, pues éste ha estado presente a lo largo de nuestra historia republicana. Si no lo resolvemos entre todos, lo repetiremos.
Todos queremos que el caos termine, cada quien desde su lugar y -como es apenas obvio- cuidando sus intereses. Entonces, ¿cómo avanzamos desde este desorden? Creo que, en primer lugar, asumiendo la responsabilidad en primera persona del singular. Es desde el yo. Si seguimos cuidando solo nuestros intereses y no somos sensibles a los intereses ajenos, el deseo de transformación se quedará solo en ganas. Si no salimos de nuestras zonas de confort emocionales de miedo, ira, venganza, culpa y victimización eternas, los cambios solamente serán cosméticos y, más temprano que tarde, el caos retornará. Si no compartimos nuestro confort físico, si solo lo dejamos para nosotros en clara muestra de egoísmo y ambición, el desbarajuste volverá, porque la inequidad y el desbalance son fuente de desorden. Asimismo, también necesitamos soltar la envidia, el resentimiento. Para que salgamos del atolladero todos debemos hacer esfuerzos.
Se trata de elevar la consciencia. Ah, pero la consciencia no se aumenta cuando hay hambre y enfermedad; cuando la educación pobre para pobres no permite desarrollar el pensamiento crítico, sino solo obedecer; cuando la exclusión, además de los millones de desplazados físicos, genera cada día más desplazados económicos. Tampoco se eleva destruyendo la propiedad privada, mucho menos con amenazas de expropiación. Entonces, la tarea de ampliar la consciencia es colectiva, para que entre todos co-construyamos mejores oportunidades de desarrollo para los seres humanos en su totalidad. Esto parece utópico; es posible. Observo a muchos de quienes siempre han tenido atesorando cada vez más; también a otros que han tenido mucho compartiendo y generando oportunidades para otros. Veo a quienes se esfuerzan por pagar una nómina en tiempos de pandemia y a quienes trabajan con empeño como empleados. Veo a quienes no tienen trabajo jugársela cada día en el rebusque y a otros robando la ajeno, vandalizando. Veo a miembros de la fuerza pública protegiendo a la ciudadanía y a otros atentando contra ella. Reconozco a los marginados de siempre: campesinos, mujeres, indígenas, afrodescendientes, personas LGBTIQ+.
Del caos emergen nuevos órdenes. Si hoy cada uno de nosotros decide dejar de estigmatizar, excluir, rotular, maldecir y difamar, vamos trazando el camino. Esto, por supuesto, puede resultar muy difícil para muchas personas. Pero quienes tenemos las necesidades básicas resueltas, y mucho más que eso, podemos tener una consciencia más amplia que quien solo come una vez al día. No se trata de justificar la violencia, venga de donde venga. Se trata de ampliar la empatía, para generar nuevos órdenes y que el caos no sea inocuo…