Optimismo es chiste | El Nuevo Siglo
Jueves, 20 de Julio de 2017

Un señor joven, en días recientes, ocupó una página publicitaria en un diario del país para destacar que, con optimismo salió adelante como creativo y emprendedor, en un proyecto industrial.

El anuncio promueve  -optimismo- impulsado por conocida industria colombiana, meritoria y respetable que está en libre derecho de expresión para derrotar pesimismo, mostrando un ejemplo, de quien cumplió un ideal y triunfó. 

Esta publicidad es válida y no atenta contra la sociedad y, menos, contra quienes prefieren consumir bebidas refrescantes de la productora que paga el aviso.

El doble filo es el nacionalismo planteado para destacar un paso positivo de alguien -echado pa´lante-, en contraste con la actual confusión, desgano y desaliento de gran parte de la población colombiana frente a la oleada de corrupción estatal y privada.  

El anuncio, identifica al señor, como Julián Oquendo, emprendedor y co-creador de una industria de Té, quien con una metáfora, cuenta cómo la eventualidad de un accidente se puede derrotar con optimismo.

“Yo di el primer paso, sin ver la escalera completa, hoy hemos llegado muy lejos. Soy optimista”.  Se piensa dos veces, antes de reír. Nadie colmado de felicidad, da el primer paso, para ascender o descender, sin mirar la escalera.

Si camina en sus cabales, pero distraído, con absoluta certeza, se caerá; Si es                                         trabajando, como dice, por ideales en empresa organizada, quizá lo logra. Y si es independiente, luchará a brazo partido para tener algo.

El mensaje de la conocida industria se estrella porque primero se siembra ideales, con positivismo y deseo de hacer las cosas bien, sin que signifique que la persona está en plenitud optimista.

La plenitud se alcanza cuando hay resultados y condiciones alentadoras en vida social, familiar y laboral.                                                           

Ahora hay fatiga por presión tributaria y temor al cinturón apretado que anuncia el ministro de Hacienda. En contraste, parece ilusoria la llegada de inversión extranjera. Si así es, no se verá; las trasnacionales se la llevan toda.    

Y se agrega escepticismo, con el primer agite de candidatos a la presidencia, expertos en carreta verbal, con uno que otro odio, a la paz. Otra guerra, nadie quiere.

El ciudadano común, no espera reactivación de empleo, menos en medio de una restricción económica, porque cuando hay propuestas en favor de la gente, los Gobiernos de turno, dicen siempre, -plata no hay-.

Ojalá se supiera, a dónde van los billones incautados a narcos y corruptos. ¿Quién maneja ese dinero?

Así el optimismo, al menos por ahora, es un chiste.