ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 31 de Julio de 2012

La reforma

 

No es sano para el momento de la economía presentar por ahora el controvertido paquete tributario a consideración del Congreso.

El ambiente no es bueno en ambas cámaras. Cualquiera sea el afán del ejecutivo por resolver sus menesteres fiscales, es improcedente, inoportuno e inconveniente llevar a esta legislatura ordinaria el proyecto de reforma tributaria.

Aunque la clase política con asiento en el Congreso no es la más llamada a dar opiniones de buena fe y menos de equidad y justicia social, lo que sí es cierto es que no hay ambiente hoy para tramitar esa propuesta gubernamental.

Aunque cualquier cosa puede suceder y el Gobierno podría animarse a tomar el riesgo político de llevar esa iniciativa al Congreso, conviene esperar, concertar ese paquete impositivo, socializarlo y buscar su aprobación en un mejor momento para la economía.

Sería bueno además que el equipo técnico del Minhacienda aterrice la reforma con empresarios, dirigentes gremiales y voceros de consumidores.

No se puede discutir la urgencia de modernizar el régimen impositivo, eliminando exenciones, quitando beneficios, dispersiones, enredos al contribuyente y procurando ampliar la base con fundamento en equidad y simplicidad.

Tampoco debe ignorarse que a los más pobres y a la clase media les asusta que los pongan a declarar o a pagar renta o que les suban tarifas.

Causa temor en la comunidad la posibilidad de que sean gravados nuevos componentes de la canasta familiar.

Los independientes con ingresos modestos tienen incertidumbre frente al nuevo enfoque que plantea la reforma en términos de la base para declarar o pagar renta.

Los empresarios a su vez, no ven con buenos ojos que cada Gobierno cambie reglas de juego en el frente fiscal. Eso causa inestabilidad y frena planes de inversión.

Los inversionistas locales y foráneos no quieren saber absolutamente nada de nuevas reformas tributarias. Eso es tan grave para ellos como que les cambiaran cada año las garantías jurídicas. Sería como modificar por que sí los acuerdos recíprocos de inversión extranjera que tiene el país con algunas naciones.

Ante tal panorama, abre nuevamente la ventana que oxigena un proceso de concertación para dar paso a la reforma tributaria estructural. Esa sí es urgente hacerla y aprobarla.

Colombia requiere estabilidad en su marco jurídico, de inversión, de propiedad privada y de impuestos. Urge una decisión audaz y ponernos serios en modernizar el obsoleto esquema impositivo. Abrir paso ya a la reforma tributaria estructural que corrija distorsiones, armonice relaciones con el contribuyente y deje atrás las colchas de retazos en que se ha convertido el inequitativo sistema fiscal colombiano.