Orlando Cano Vallejo | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Abril de 2015

MIRADOR

Bajos de nota

Los colombianos que creemos en el final del conflicto armado como única salida a la paz, tenemos el ánimo abajo por la reiterada crueldad de las Farc. La paciencia se está copando. La confianza nacional anda alicaída por culpa del ataque salvaje y premeditado de las Farc -con sabor a venganza- y que cobró la vida de 11 uniformados.

El ambiente del país luce apagado tras la emboscada tendida por esa guerrilla contra soldados que estaban encargados de cuidar parte del territorio colombiano.

Justicia transicional, cese bilateral del fuego, reconocimiento de las víctimas, libertad para menores reclutados por esa guerrilla, desmovilización y desarme, son temas puntuales con los que las Farc parecen comprar tiempo.

El país está bajo de nota hoy respecto al papel que cumple esa organización en los diálogos de La Habana. Pareciera que sólo la mueve su interés por el poder, no por la paz cierta y sincera. En consecuencia, sin dar ultimátum que suene a tómelo o déjelo, a esos subversivos que hace 2 años y medio conversan y negocian con el Gobierno en Cuba, habría que fijarles tiempos en el calendario. No sé si a las Farc, pero sí al proceso de paz se le está venciendo el plazo. La resolución del conflicto armado urge unos límites.

No suena amistoso que las Farc digan que el Estado -lo somos todos- es el único responsable de las muertes del Cauca y de los ataques que vendrán de esa guerrilla. Luce descabellado y cínico asumir que quien embosca, ataca con tono de venganza y masacra soldados, no tiene plena responsabilidad ni atenta contra el derecho internacional humanitario. Eso es un descaro que destempla el proceso de paz y desafía la mano tendida del Gobierno a esa guerrilla.

La reanudación de ataques de nuestras fuerzas del orden contra campamentos y logística de esa subversión seguramente va a llevar a nuevos combates y confrontaciones en pueblos, caseríos y selvas de Colombia. Mientras no se acuerde lo firmado, en tanto no se oficialice lo pactado, en cuanto la paz no se declare en Cuba, las Fuerzas Armadas tienen que ejercer soberanía y protegernos.

Dejar de bombardear no fue capitalizado por las Farc como muestra de confianza del Gobierno en este proceso de paz. Es por eso que hay un sinsabor entre colombianos que cuestionan la palabrería de esa guerrilla en La Habana y sus trabas al proceso en Colombia. También hay un clima raro entre los hombres de negocios. Los empresarios e inversores miran con incertidumbre las dos caras de las Farc: la que anuncia respeto por lo negociado en Cuba y la que arrecia sus ataques en Colombia sin asumir culpa.