ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Noviembre de 2011

Pónganle oficio

En  países democráticos, la elección popular del Vicepresidente de la República, pasó de figura decorativa a encarte.
Hay un alto grado de irresponsabilidad política al ignorar que el Vicepresidente, en cualquier momento, por incapacidad, renuncia o muerte del Jefe de Estado o de Gobierno, asume la Presidencia, con plenos poderes.
Significa que cuando un candidato a la Presidencia escoge su fórmula a la Vicepresidencia, cuentan más que los votos, el riesgo político de una futura sucesión.
Las naciones que han mantenido esta estampa política han tenido que lidiar con el roce de poderes en la misma casa.
En Venezuela no es del todo complicado, pues el presidente Chávez no da tregua en su control absoluto del poder. Nunca ha delegado. Ni siquiera en el momento más critico e incierto de su estado de salud.
El caso colombiano es más sensible. Gustavo Bell, el vicepresidente de Andrés Pastrana, mantuvo cierta distancia con el poder, no pretendió influir, compartió a distancia con los medios y luego fue Ministro de Defensa.
Francisco Santos le hizo la segunda al presidente Uribe, le sirvió de escudero y se caracterizó por hablar de todo y asumir posiciones encontradas. Fue todo lo opuesto a lo que se esperaría de su papel en un Gobierno donde todo pasaba por manos del ex presidente antioqueño.
Llegó la era Angelino Garzón, sindicalista, facilitador de la reconciliación nacional, ex gobernador y ya con un preinfarto como vicepresidente. Le sale al paso a lo que no le suena, pone ají a sus posiciones y pimienta a sus declaraciones.
En privado, el presidente Santos le habla sobre sus apariciones en escena. El Primer Mandatario ha sido prudente en el trato de tan singular dirigente.
En el 2000, siendo ministros del Gobierno Pastrana, Garzón y Santos tuvieron duros enfrentamientos que alcanzaron a impacientar al Jefe de Estado y centrar la atención de periodistas económicos. El primero era Ministro de Trabajo, el segundo, o sea, el presidente Santos, ocupaba la cartera de Hacienda. Partidas presupuestales y salarios, los ecos de la discordia.
Por estrategia electoral, aproximación con la clase obrera y organizaciones internacionales de trabajo, llegó Angelino a las elecciones que ganó Santos. Desde entonces se ha vuelto un gallito de peleas, además de fijar sus propias posiciones o lanzar dardos, cuestionar o formular propuestas.
No existe en la Carta Política prohibición alguna para que el vicepresidente sea como es Angelino. Por eso, insisto, hay cierto grado de irresponsabilidad cuando un candidato presidencial escoge su fórmula a la vicepresidencia. Parece olvidarse que existe la eventualidad de ser sucedido por éste. ¿Y si ello ocurre, qué? Fácil pregunta, difícil responder.