Sin monarcas
La idea de constituir Empresas Públicas de Bogotá, integrando las de Energía (EEB), Telecomunicaciones (ETB) y Acueducto y Alcantarillado (EAAB), podría verse como mandato ciudadano confirmado en la elección de Gustavo Petro.
Las acciones de las dos que transan en bolsa (EEB y ETB) se desplomaron 17,2% y 8,31%, respectivamente, en dos jornadas. Podría atribuirse al libre mercado de oferta y demanda donde predominan cálculos, ecuaciones, salud financiera, apostadores y especuladores de oficio.
Independiente de la influencia de las declaraciones del electo alcalde bogotano, o de su eventual pánico económico, el valor de estos títulos valores se desboronó en cuestión de horas, producto de lo sensible que son este tipo de papeles a factores relacionados con la economía, el mercado, las tendencias o, claro está, decisiones o declaraciones de actores importantes.
¿Quién en el carrusel vertiginoso de títulos valores en Bolsa puede asegurar que una acción sube o baja por su exposición a la controversia?
Medellín tiene su Empresa de Servicios Públicos EPM, un conglomerado de productos y servicios que se multiplica en regiones, absorbiendo y tomando activos de otras compañías de oficios similares, apalancándose financieramente.
Bogotá no es un feudo en el manejo de recursos públicos que tienen origen en pagos que efectúan los ciudadanos por servicios recibidos. La capital no es una monarquía, es una democracia, enfatizó el nuevo burgomaestre bogotano, quien de paso, achacó a especuladores la caída de las dos empresas en Bolsa la semana pasada.
Indagué a comisionistas de Bolsa, a responsables de fondos de inversión, a comentaristas en renta fija, a presidentes de compañías y entidades financieras. Todos tienen una coincidencia: sin satanizar esa práctica, la especulación sí pudo influir en la caída de esas dos compañías cachacas en la Bolsa, con la infortunada coincidencia de las declaraciones del alcalde electo sobre hacer de tres joyas de la corona una Empresa de Servicios Públicos.
E hicieron una acotación, perentoria: en verdad no vivimos en una monarquía donde el rumbo de las empresas o de los bienes públicos pasa más por el interés de unos cuantos que por el bien común. Los servicios públicos domiciliarios son un bien sagrado que honra la Constitución, sin privilegios, sin cuartos oscuros.
Los ciudadanos son los llamados a escoger -hay asambleas de accionistas- la opción de integrar o no sus empresas en una que garantice mejores servicios, tarifas adecuadas, transformación, modernización y una democratización que la haga más cercana al usuario.
No es sano tampoco dar paso a una mega-empresa de servicios que marchite capital y debilite aporte a la inversión social.